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Identidades masculina y femenina ante la Corrupción

Gladys de L. Pérez Maldonado

En esta emisión se pretende analizar un tema particularmente popular y sensible en el ámbito de la participación de la mujer en la vida pública: LA CORRUPCIÓN.

Al respecto, me surgen varias interrogantes: ¿Qué nos motiva a estudiar La Corrupción relacionada con la mujer? ¿Por qué debemos incorporar la perspectiva de género en el campo de la lucha contra la corrupción y promoción de la transparencia? ¿Acaso la presencia de la mujer en la vida pública, toma de decisiones, en los órganos de justicia y legislativos incide en la disminución de actos corruptos?.

Veamos, Transparencia Internacional define la corrupción como “el mal uso del poder encomendado para obtener beneficios particulares”.

¿Cómo se puede abatir la corrupción en el sector público? Algunos investigadores sostienen que la presencia de más mujeres es la solución, no obstante otros consideran que los efectos de la corrupción afectan de forma diferenciada a hombres y mujeres, siendo éstas últimas las que sufren las peores consecuencias.

Yolanda Ramos, Maestra en Ciencia Política, sostiene que la corrupción es un problema extendido por todo el mundo, presente en casi todos los sectores de la vida pública y privada que influye en la toma de decisiones, provocando una serie de consecuencias adversas que por lo general afectan a los sectores de la población con mayores desventajas.

Ahora bien, el vínculo entre Género y Corrupción se ha abordado desde dos puntos de vista: 1.- quienes han examinado si la existencia de un mayor número de mujeres en el gobierno y altos rangos de poder tiende a disminuir los índices de corrupción, y 2.- quienes manifiestan que la corrupción afecta más a las mujeres que a los hombres, dado que tradicionalmente el género femenino es considerado como el sexo débil y por ende con mayor riesgo de vulnerabilidad.

Dollar, Fisman y Gatti (1999), sugieren que a medida que el número de mujeres aumentara en el parlamento, el nivel de corrupción tendería a disminuir. Esto considerando que el género femenino tiene valores éticos más arraigados que los hombres (la honestidad y la generosidad), se piensa que una vez que estén en el gobierno van a replicar este mismo comportamiento lo cual mitigará problemas como el oportunismo y la inoperancia del sector público.

Descubrimientos similares fueron encontrados por otros investigadores del Banco Mundial, quienes llegan a la determinación que tanto en el sector público como en el privado las mujeres toleran menos la corrupción que los hombres y en promedio pagan menos sobornos a la hora de hacer gestiones gubernamentales.

Así también descubren que en países como Italia y España donde la mayor parte de la población practica la religión católica existe una menor representación de mujeres y más altos índices de corrupción; relación contraria a la que se da en países escandinavos en su mayoría protestantes.

Ahora bien, Goetz señala: “Si las mujeres muestran preferencia por un comportamiento menos corrupto, puede ser simplemente porque han sido excluidas de las oportunidades para este tipo de comportamiento y ese efecto se ve obligado a cambiar con el tiempo, cuando un mayor número de mujeres entren en la función pública.”

Según esta teoría una vez que la mujer tenga oportunidades, será corrupta indefectiblemente.

Por otro lado, se sostiene (Esarey y Chirillo 2013) que en las democracias las mujeres son menos corruptas porque son más adversas al riesgo que los hombres y porque son más vulnerables al castigo por la discriminación de género que padecen; sin embargo esto no sucede en sistemas autocráticos en donde la brecha es débil o inexistente.

En países que ejercen la democracia y que tienden a abatir la corrupción y donde las sanciones en las urnas por parte de los votantes son mayores, los niveles de corrupción en las mujeres tienden a disminuir.

El estereotipo de la mujer es que es menos corrupta, se tiene mayor expectativa de ella y carga con mayor responsabilidad, por lo que si comete una falta, públicamente es estrictamente sancionada más que a los hombres, motivo suficiente para abstenerse de practicar la corrupción, como ejemplo podemos mencionar a las Presidentes Laura Chinchilla en Costa Rica (2010-2014) y Michelle Bachelet en Chile (2014-2018), quienes debido a denuncias de corrupción relacionadas con su administración, su credibilidad y popularidad bajó considerablemente.

Se realizó un estudio experimental en Australia, India, Indonesia y Singapur, el cual trajo como resultado que el postulado: que a mayor mujeres en el gobierno o puestos públicos trae como consecuencia la disminución de la corrupción, no es correcto.

Esto es, los resultados arrojaron que solo en Australia las mujeres son menos tolerantes a la corrupción que los hombres, mientras que en los otros países asiáticos no existen diferencias significativas de género en las actitudes hacia la corrupción, esto influido por factores culturales.

En el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional (2021), México mantuvo una calificación de 31 puntos, la misma que en 2020, en una escala que va de cero a 100, donde 100 sería la mejor calificación posible. Con esa calificación, se ubica en la posición 124 de los 180 países evaluados, compartiendo el mismo lugar que Gabón, Nigeria y Papúa Nueva Guinea. Es además, el peor país evaluado en términos de corrupción de los 38 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En el G20, ocupa la posición 18, por encima de Rusia que se ubicó en la posición 19. (Fuente: www.transparency.org)

La corrupción en un país trae como consecuencia la desconfianza de inversionistas extranjeros, desvío de recursos económicos destinados a beneficios sociales, desconfianza de los ciudadanos en sus instituciones, incluyendo a los jueces y a toda la maquinaria del Poder Judicial.

Cuando existe alto nivel de corrupción en un país viene aparejado el fenómeno de la impunidad y en México de acuerdo al Índice Global de Impunidad México 2021, de 69 países evaluados, México ocupa el lugar 60. (Fuente: www.theglobalamericans.org)

Ahora bien, en México debemos hacer un parteaguas, antes del proceso electoral 2018 y después de los resultados del proceso electoral 2018.

El electorado castigó en las urnas al Partido Revolucionario Institucional que detentaba el gobierno en esos tiempos, así como al Partido Acción Nacional que durante doce años lo ostentó, debido al hartazgo de hechos de corrupción públicos y denunciados, y que a razón de la impunidad que reina en el sistema político mexicano, no fueron castigados a los responsables de esos actos y quedaron en el limbo los cuestionamientos del pueblo, lo que condujo a obtener en el Poder Legislativo Federal y de los Estados, la paridad en la participación femenina y masculina; la ciudadanía votó por la mujer, dio su voto de confianza para que con su presencia disminuyan los problemas de corrupción e impunidad y se ha sostenido dicha preferencia.

Sin embargo, no necesariamente la presencia femenina es un sinónimo de disminución o extinción de la corrupción en el sistema político de un país, como se advierte de la estadística en materia de corrupción en México.

Consideramos que se debe parar de estereotipar a la mujer, basta de ubicar a la mujer como la incólume, basta de esperar de la mujer una conducta por demás ética, basta de poner sobre los hombros de las mujeres responsabilidades que son compartidas con los hombres en una sociedad, como es abatir la corrupción y la impunidad, basta de considerar que la honorabilidad es sinónimo de mujer…

Por años la mujer no ha participado en la vida pública de nuestra sociedad, como ya se ha mencionado, ahora que ha iniciado su inclusión en altos mandos de poder y decisión es cuando los hombres y también algunas mujeres misóginas, nos quieren hacer responsables de dar solución a situaciones que surgieron en una sociedad patriarcal; en el día a día tenemos que demostrar más del ciento por ciento de nuestra capacidad laboral e intelectual, a eso también se le llama discriminación, desigualdad, no más estrés.

¡No es así! Habemos mujeres buenas, con buenos principios éticos y habemos quienes no somos buenas y tampoco tenemos buenos principios éticos, somos seres humanos, somos personas, tenemos las mismas cualidades y defectos que el varón, claro que tenemos la capacidad para intervenir en la solución del problema de la impunidad y la corrupción, más no somos las únicas responsables, vivimos en una sociedad de hombres y mujeres, hemos luchados por igualdad de oportunidades y paridad en representación, muy bien, trabajemos en conjunto, hombres y mujeres, no nos utilicen en momentos de crisis, somos un equipo, vamos a abatir la corrupción de manera conjunta…

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