La Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos interceptó mensajes de texto entre traficantes de heroína en Chicago y México, quienes trabajaban con líderes y oficiales “a los niveles más altos” en Iguala y el estado de Guerrero durante la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, pero esa información no fue compartida con investigadores del caso hasta años después, según el Archivo de Seguridad Nacional en Washington.
“Es imposible decir ahora qué podría haber ocurrido si esa información hubiera llegado a las manos de los investigadores en México inmediatamente después de que fueron secuestrados los muchachos, pero no hay duda de que hubiera ofrecido pistas críticas que no existen en otro lugar”, concluyen Kate Doyle y Claire Dorfman, investigadoras del Archivo de Seguridad Nacional, organización independiente de investigaciones de documentos oficiales, que este viernes difundió los textos de estos mensajes electrónicos, algunos por primera vez.
Los mensajes interceptados son resultado de una investigación de la DEA en Chicago sobre una célula en esa ciudad del cártel Guerreros Unidos (GU). La agencia contaba con autorización judicial para monitorear los teléfonos Blackberry de integrantes del grupo delictivo e interceptó mensajes entre algunos líderes clave y sus socios en México.
“Sabíamos de nuestra inteligencia e investigaciones que Iguala era reducto del cártel Guerreros Unidos”, comentó el agente de la DEA jubilado Mark Giuffre en entrevista con Doyle y su colega Anayansi Diaz- Cortes en 2020.
La DEA descubrió por un informante que el cártel contaba con un sistema sofisticado para trasladar drogas a Chicago y dinero de regreso a México en los parachoques de autobuses de pasajeros que viajan entre esa ciudad estadunidense y varios puntos del país, incluyendo Iguala.
Algunos de estos mensajes electrónicos ya habían sido difundidos públicamente, pero el Archivo de Seguridad Nacional señala que la serie completa de los mensajes no había sido divulgada hasta este viernes.
“Los mensajes de texto dejan claro que dos miembros de GU no tenían conocimiento previo de los ataques a los estudiantes, sino que estaban reaccionando en tiempo real a la violencia que les contaban sus compañeros pandilleros y los medios”, cuenta Doyle y Dorfman.
“El caos creado esa noche en Iguala fue un desastre para Guerreros Unidos; minó su control de la ‘plaza’ (su territorio de narcotráfico en y alrededor de la ciudad), exacerbó conflictos entre ellos y con otros grupos criminales, y debilitó la protección que normalmente hubieran recibido por autoridades corruptas civiles, policiacas y militares”.
Fuente: La Jornada
