Dr. Jeremías Zúñiga Mezano
Ser mamá no es solo dar vida…
es darle sentido, dirección y corazón a esa vida.
Es cuidar de una criatura indefensa… y luego de un adolescente que jura que ya no necesita cuidados.
Es consolar llantos sin explicación, acompañar tareas imposibles, esperar despierta aunque los ojos ya no puedan más, y respirar profundo cuando el teléfono no suena… porque aún no llegan a casa.
Ser mamá es enseñar a camina y también aprender a soltar.
Es intuir dolores, anticipar peligros, preparar uniformes, cocinar con prisa, ser refugio, medicina y motor.
Y sí… ser mamá es para toda la vida. No se termina cuando los hijos crecen. Porque los hijos adultos también necesitan guía,
consuelo, consejo… aunque ya no lo pidan. Una madre verdadera sabe que su misión no tiene fecha de caducidad:
forma, corrige, inspira y ama… hasta el último suspiro.
Ser madre no es solo amar.
Es formar con carácter.
Es educar con valores.
Es forjar el alma de los hijos para que no se conviertan en delincuentes,
ni en personas frías, vacías o egoístas. Una buena madre enseña con el ejemplo:
el respeto, la verdad, la humildad, el trabajo honesto
y el amor por los demás.
Gracias, mamá, por tus abrazos… que no solo consolaban, sino que conectaban.
Cada caricia tuya me dio pertenencia. Cada beso me enseñó a confiar, a expresar, a sentirme digno de amor.
Porque un hijo abrazado crece fuerte. Una hija besada con ternura, crece sabiendo que su valor no se mide con los ojos del mundo… sino con los brazos de su madre.
Tus gestos afectivos fueron mucho más que cariño:
fueron el andamiaje invisible de mi estabilidad emocional,
y la base silenciosa de mi seguridad para vivir, decidir y amar.
A ti, que has arrullado con canciones inventadas…
y también con silencios que hablaban más que mil palabras.
A ti, que has sido madre con tu ejemplo, tu paciencia, tu carácter y tus abrazos.
Gracias.
Te amo como María, la madre de Jesús,bque “guardaba todas estas cosas en su corazón” (Lucas 2:19),
tú también has llevado alegrías, preocupaciones y lágrimas…
sin hacer ruido, pero con una fe y un amor que no conocen límites.
Sé cuántas veces has escuchado:
— “¡Ya sé, mamá!”
— “¡No exageres!”
— “Tú no entiendes…”
— “¡Déjame en paz!”
— “Estás loca…”
Y tú, sin quejarte, sigues ahí.
Amando. Perdonando. Esperando. Sosteniendo.
Gracias por estar… cuando nadie más ve tu cansancio.
Gracias por levantarte antes que todos, por cocinar, por preguntar, por orar.
Por los “avísame cuando llegues”
y por los “te amo” que dijiste incluso cuando no los escuchamos.
Gracias por tus frases inolvidables:
— “Llévate la chamarra.”
— “Solo te pido que me avises.”
— “Haz lo que quieras, pero no digas que no te lo advertí.”
— “Yo también fui joven.”
Y sí, mamá… aunque pongamos cara de “me vale”…
te escuchamos.
Te necesitamos.
Y aunque no lo digamos, te amamos.
Hoy quiero decirte algo que no se dice lo suficiente:
Lo estás haciendo bien. Muy bien.
Tal vez no lo reconocen.
Tal vez no lo dicen.
Pero si tus hijos siguen de pie, luchando, avanzando…
es por ti.
Gracias por ser la raíz, el ejemplo, la guía… y el amor que nunca falla.
“Feliz Día de las Madres” es poco. Gracias por ser mamá todos los días, con toda el alma,
con todo el corazón,
y con todo tu ser.
ParaSerMejores Sabiduría e inteligencia
