Edgard González Suárez
Según el relato americano a propósito de la “invasión” de las drogas promovida por México, es y será en la administración Trump una baza que utilizará, cuantas veces pueda, para golpear e intentar doblegar la política comercial de México. El fentanilo es una droga de las llamadas de diseño que contiene un componente similar -es lo mismo, pero más barato- a la morfina, es decir, es un opioide, pero el fentanilo es 50 y hasta 100 veces más potente y letal.
Sin embargo, es en los laboratorios americanos donde se diseñó esta potente, adictiva y destructiva droga. Su diseño obedece a necesidades derivadas de las múltiples guerras en las que ha estado y está comprometido el ejercito americano, y dichos compromisos con la muerte, las mutilaciones, las desfiguraciones, y los trastornos psicológicos a los que son sometidas las tropas americanas, pero sobre todo los mercenarios y los ejércitos “aliados” que son utilizados como marionetas por los señores del pentágono en sus guerras por los recursos mundiales.
Se utiliza con pacientes que han sido dañados permanentemente y que sobreviven con dolores intensos y que ya no toleran la morfina, es decir, ya no les hace efecto, y tienen que hacer uso constante y permanente de dicha droga.
En los Estados Unidos su venta es legal, cuando es recetada por un médico que tiene pacientes que necesitan este similar para hacer frente a sus intensos dolores. Pero su venta, como todos los medicamentos y drogas en ese país, están sujetos a controles de producción, comercialización, consumo y tenencia.
Pero su control, tanto en producción como comercialización estuvo dentro de los parámetros “normales” del suministro de medicamentos legales dentro de las fronteras norteamericanas. Ahora, y, sobre todo, desde hace unas dos décadas, el fentanilo se produce, se vende y se consume de manera descontrolada, y de manera ilegal.
Este similar se vende en forma de pastillas, gotas, rociadores nasales, y polvo gramado. Su descontrol proviene principalmente de que los componentes o sustancias o precursores químicos, como también se les conoce, han proliferado en el mundo, y los laboratorios clandestinos también. Hace menos de 10 años, los laboratorios de fentanilo se encuentran en Vietnam, Malasia, filipinas, Camboya e indonesia, Birmania e incluso Hong Kong, pero gracias a cientos de miles de traficantes chinos los precursores llegaron a Brasil, México, Colombia, Honduras, Guatemala, Ecuador y varios países africanos.
Pero lo interesante aquí, es que el consumo de más del 70% del fentanilo, legal e ilegal, se consume en los Estados Unidos, y ahora, en ese país, la mariguana es una droga ecológica, la cocaína es una droga de élites y el fentanilo es una droga popular -de fácil acceso y bajo costo- que corre por las calles de Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Miami, Filadelfia, San Francisco, Baltimore, entre otras.
Desde los años 60´s este opioide fue sintetizado y aprobado en 1968 para consumo interno en los Estados Unidos, y es declarado un medicamento esencial por la Organización Internacional de la Salud.
Sus efectos son muy potentes, pero también rápidamente pasajeros, lo que provoca una muy fuerte adicción, cuando se tienen necesidad de él, y graves consecuencias al organismo cuando se hace un uso recreativo de dicha sustancia.
La primera causa de muerte en los estados unidos es la sobre dosis de fentanilo. Su tráfico y su consumo, por lo menos en las sociedades desarrolladas, parece no tener fin. Por ello, Donald Trump, en una más de sus falacias y juegos mentales ha hecho del tráfico de precursores de origen “chino” un arma propagandística que solo le generara votantes y/o simpatizantes, pero el desgarramiento social de grandes comunidades y sectores sociales en los Estados Unidos y el mundo parece todavía lejos del fin. No ganaron la batalla contra la Mariguana, No ganaron la Batalla contra la cocaína, y es muy previsible que No ganen la batalla contra el fentanilo.
