Jorge A. Silva Rodríguez
Ensayo 2 de 4
Dentro de las narrativas dominantes de la población de León, destaca la afirmación que las causas de la violencia son económicas, donde la inversión en las industrias del calzado y fabricación de coches generaron muchos puestos de trabajo muy mal pagados; precariedad laboral; los trabajadores viven en barrios sin infraestructura, sin espacios públicos, con deficiente movilidad; es decir, hay mucho crecimiento económico, pero también mucha desigualdad.
Además, se cree que la causa de la violencia es familiar, en una economía donde las madres trabajan largas horas y no tienen tiempo suficiente de atender a sus hijos y se debilita el tejido social; se cree también que la violencia no tiene solución, que las autoridades están rebasadas (en particular para la violencia del narco y el tema de personas desaparecidas) y donde las autoridades tienen una actitud de “cerrar los ojos” y no hay estrategia de combate a la violencia.
En la memoria colectiva de sus habitantes, se cree que los empresarios prefieren dar dinero a la sociedad civil, a fin de paliar los efectos de las malas condiciones de vida, pero no subir los salarios de sus trabajadores, aludiendo a que no les sería rentable el negocio. En sí, la violencia no se percibe como violencia, o es imperceptible o está normalizada. También existe violencia de género y hacia los niños y los jóvenes. El sentir general es que la violencia solo se trata de prevenir por parte de las autoridades, pero no de erradicar.
El balance de violencia se ve reflejado en las cifras de inseguridad que azota a la región, pero sobre todo al país; según un estudio publicado por la revista Science, (Hope 2023), las organizaciones criminales en México se han convertido en el tercer empleador del país por arriba incluso de empresas trasnacionales. Quizá es una exageración o un error denominar a las organizaciones criminales como empleadores ya que estas responden a otras lógicas de mercado, las empresas legales tratan de posicionar sus productos con base a la oferta y demanda de estos y las organizaciones criminales solo compiten entre sí con métodos de extrema violencia.
Sin embargo, este estudio cumple con dos propósitos que también se ven reflejados en León; por un lado, analiza la efectividad de una política intensiva de arrestos de presuntos criminales y evidencia que no necesariamente es el camino adecuado para disminuir la violencia ya que los criminales son reemplazables, se reproducen, surgen nuevos liderazgos y nuevos cuadros que hacen interminable su operación. Y en segundo lugar analiza cómo frenar la delincuencia a través de mecanismos que prohíban el reclutamiento de los jóvenes a estas organizaciones criminales. La hipótesis sugiere que, si las autoridades se enfocaran en frenar el poder de los cárteles por el número de personas que pueden reclutar, estos se verían diezmados en sus operaciones cotidianas.
Relacionándolo con nuestro estudio de caso e León, coincide que los jóvenes sin empleo, sin oportunidades, sin escuela y que habitan en polígonos de pobreza generados por los mismos desarrollos empresariales para las clases trabajadoras más marginadas, son los susceptibles de ser reclutados por los carteles. Por lo que la política de empleo formal va cobrando relevancia en la reconstrucción del tejido social. Reduciendo así, el poder de reclutamiento de los cárteles es una vía para disminuir la violencia; agregaría, que esta política tendría que ir de la mano con seguir la pista del dinero de estas organizaciones criminales para reducir drásticamente la capacidad de operación.
Un municipio con pleno desarrollo económico presenta externalidades negativas que nutren al crimen organizado. Estas organizaciones criminales son una parte (lamentablemente) muy grande en la economía y en el desarrollo de las comunidades. Como en León, si el pleno empleo se combina con las jornadas de 14 horas diarias, los traslados de 2-3 horas al día de camino y la falta de estructura pública que ayude a las madres solteras trabajadoras, a las familias disfuncionales, a los migrantes que buscan empleos para sobrevivir, a los grupos vulnerables no capacitados que tienen que cambiar de trabajo de forma constante, etc., integrantes de las familias que quedan desprotegidos largas horas se convierten en víctimas de grupos delincuenciales que los explotan, abusan o reclutan para hacerlos parte de sus operaciones.
El Estado mexicano y su nula respuesta ante la violencia
El estado mexicano está extrañado, dice Claudio Lomnitz, en su más reciente libro titulado “El Tejido Social Rasgado”. El estado mexicano está resintiendo los efectos de un gobierno populista y no se alcanza a reconocer a si mismo; han sido ya casi cinco años llenos de contradicciones institucionales y de ineficiencia operativa. La idea de que el gobierno y su administración pública se manejaban solos, reflejó una total ignorancia de las consecuencias negativas que se producirían. Una de estas consecuencias es la desarticulación de policías y la captura del crimen organizado de los aparatos de justicia. Pareciera que la justicia la hacen los criterios selectivos de los criminales y el estado solo esta para dar fe de que los asesinatos son luchas por la pugna de los cárteles; peor aún, reconociendo intrínsecamente la fortaleza de los cárteles como si fueran parte de la decoración del país o parte de lo cotidianeidad de los mexicanos.
Estudiantes asesinados contados en decenas, desapariciones de grupos de jóvenes que aparecen ejecutados días después, miles de desaparecidos, cientos de fosas clandestinas, feminicidios malamente contextualizados de crímenes pasionales, detenciones de criminales que horas después aparecen muertos dentro de las cárceles se vuelven las noticias en el país día con día y es difícil pensar en una visión estable y compartida de cual es la verdad de los hechos. El gobierno abdicó de toda posibilidad de construir una narrativa verdadera. Ha construido narrativas dominantes, no necesariamente verdaderas en torno a la justicia y a su forma de ver la violencia que nos ha llevado a creer en un rito, en algo que repite constantemente, en una herramienta populista informativa que permea en la gente y donde esta mentira o media verdad de tantas veces que se repite llega a creerse a pie puntillas.
Estamos viviendo un gobierno de rituales y no de justicia, o en el mejor de los casos, de justicia selectiva. Esta herramienta populista nos conduce a la idea de que las victimas de la violencia en México son necesarias, se lo merecen; se ha criminalizada a las victimas de la violencia porque no hay investigaciones que definan lo que realmente ocurrió, porque todo lo que sea violencia es por ajuste de cuentas entres grupos y porque en el cinismo del gobierno y de la mayoría de las autoridades es aterrador al aceptar públicamente los hechos sin tartar de resolver o esclarecer cada caso.
La violencia también se da en unidades de trabajo públicas como lo ocurrido en Ciudad Juárez cuando murieron calcinados 38 migrantes que estaban dentro de un albergue -que dicho sea de paso, parece más una prisión que un albergue- y que ni siquiera el titular del Instituto Nacional de Migración (INM) fue removido ni llamado a cuentas. El incendio pasó, porque los migrantes lo provocaron. Esa fue la conclusión de tan lamentable acontecimiento.
El nuevo estado o la forma de nuevo estado esta mareado por la sospecha de que el pueblo que se manifiesta no es pueblo, como lo menciona Lomnitz en su libro. Las protestas contra el gobierno son vistas como una afrenta a la nueva ideología de gobierno, son vistas como y una forma de manipulación de los poderes facticos del país y peor aún, a pesar de ser la mayoría de ellas realizadas por sociedad civil, son vistas como gente manipulable que responde a incentivos económicos no a la defensa de sus derechos básicos de expresión. Hay un desdibujo entre lo que representa a Sociedad Civil, el Gobierno y la Economía ilícita. La normalidad de la violencia hace que no nos horrorice nada como sociedad, que nada nos sacuda, que nos llenen de muertos las calles y pensemos que lo que pasa -como lo dice el Estado- es culpa de los que andan en actividades ilícitas.
Como sociedad, al igual que en León y como lo hacen grupos organizados de la Sociedad Civil, tenemos que buscarle otro significado a la vida y reconstruir nosotros un tejido social que se rompe cada día más. Pocos son los esquemas de valores de ética y de respeto que se siguen en actividades cotidianas. Somos una sociedad enferma, no de muerte, pero que no debemos permitir que se siga con los males que le aquejan ya que podemos llegar a un momento de no retorno.
El factor clave es que la sociedad mexicana en su conjunto ofrezca mejores condiciones de vida que sean altamente destructivas como meterse a laborar con los grupos criminales. El desempleo es factor económico que repercute en una situación de toma de decisiones extremas que hacen caer en situaciones de desesperación e irse a organizaciones que no ofrecen beneficios, sino dinero inmediato, y que ponen a la sociedad a situaciones de violencia.
