Por: Miguel Salvador Rodríguez Azueta
Una de las tradiciones familiares en esta noche buena es la de arrullar al niño antes de empezar la cena.
Desde niño recuerdo como la más anciana de la familia, en este caso la tía Antonia, le daba la figura del niño Jesús al más pequeño de la familia para que lo arrullara.
Después el encargo pasó a la hermana de mi padre, la tía Zoila, quien, hacia sendos corajes, porque ya jóvenes nos burlábamos de aquella tradición y era difícil que en la cena hubiera niños pequeños, ya la mayoría éramos jóvenes rebeldes.
La familia fue creciendo y nuestros hijos se encargaban del arrullo, por darle por su lado a la tía, hasta que en una navidad una de las sobrinas se le cayó la figura y se rompió el niño y la tradición.
Arrullar es una onomatopeya, se construye del sonido que hacen las palomas para atraer a su pareja y que imitamos para calmar o dormir a los bebes.
En la tradición cristiana se reconstruye el momento del nacimiento de un Dios hecho hombre y no solo eso, sino que tomó la forma de un niño, indefenso y para colmo pobre.
La cena familiar del 24 de diciembre luego entonces, representa esa unión en amor de todos para proteger al niño, cuidarlo y arrullarlo por el o los más pequeños de nuestra familia, que son los inocentes, lo más parecido a un ángel.
Pasado el tiempo, la familia creció y decreció, unos se fueron, otros llegaron y otros maduramos, nos percatamos del esfuerzo que hacían nuestros padres y ahora en una nueva etapa como abuelos “nos cae el veinte” – como decimos en México cuando entendemos algo con la edad- de lo vital que es en estos y en todos los tiempos mantener la unión familiar y los valores universales, dejando de lado si cree o no en Jesús, sino en el respeto y en el amor a nuestros familiares, amigos y vecinos.
Esta noche, la tía Zoila, por la edad, se despidió temprano, olvidando arrullar al niño, sin embargo en un acto de lucidez y responsabilidad le pedí a mi nieta de cinco años que hiciéramos el arrullo, en verdad queridos lectores, no puedo describir en esta líneas la emoción y la paz que me dio retomar el compromiso, que insisto, independiente de las creencias religiosas, nos motivan a unirnos en esta fechas y defender los valores universales que tan vulnerables se encuentra, así como el niño Dios en su nacimiento.
