Los habitantes de Rolling Fork, un pequeño poblado del estado de Mississippi, siguen sin poder creer la magnitud del daño que sufrió el poblado tras los tornados acontecidos la noche del viernes en el sur de Estados Unidos. Vientos de más de 160 km/h ocasionaron múltiples pérdidas humanas y materiales, dejando un saldo de al menos 25 fallecidos y filas de casas arrancadas desde los cimientos.
El ejecutivo de la Casa Blanca desplegó cuerpos de rescate en la zona para la reparación de viviendas, levantamiento de refugios y para la asistencia financiera en préstamos blandos para cubrir pérdidas en aquellos hogares no asegurados.
Mientras que los protocolos de emergencia fueron activados, nuevos desastres climáticos como fuertes tormentas y granizos muy grandes se advierten para los estados de Alabama y Mississippi, de acuerdo con el Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
“Normalmente me preparo, pero ya sabes, piensas que esto nunca pasará. Nos avisaron, lo hicieron, pero piensas que nunca va a pasar, que sólo será una mala tormenta, sólo va a llover, truenos y relámpagos… no fue así esta vez, no esta vez”, comentó Ramona Brock, enfermera y habitante de Rolling Fork, el poblado que prácticamente desapareció tras los tornados.
Frente a la gravedad del desastre natural la ayuda voluntaria se hizo presente. Al día siguiente de los hechos, la Cruz Roja estadounidense se instaló en un edificio al que están llegando alimentos, medicamentos y catres de todas partes del país, e incluso algunas personas viajaron decenas de kilómetros para ayudar a los damnificados, como el caso de Jon Gebhardt, profesor asistente de ciencias militares en la Universidad de Mississippi en Oxford, quien tras un viaje de tres horas en coche se presentó en la localidad para asistir con el montaje del centro de asistencia, quien debido al “dolor y la angustia” de los habitantes, “lloré mucho”, declaró a la AFP.
Fuente: Infobae
