Por. Mónica Mendoza Madrigal
A casi un mes de ocurridas las elecciones, las lecturas que se derivan de los resultados exigen ir mucho más allá del vaivén de las cifras generadas y del simple juego del vencedor y los vencidos.
Hay lecciones que las urnas envían para que sean procesadas y ejecutadas, como el supremo mandamiento de un electorado que va marcando el rumbo.
Si bien no podemos afirmar que el resultado de la elección se deba únicamente a la participación ciudadana -porque es imposible voltear para otro lado y no mirar la múltiple comisión de prácticas añejas que a todos los vientos se gritó que habían sido desterradas y que hoy operaron para un nuevo patrón con los mismos de siempre-, sí es necesario saber interpretar los mensajes que cada resultado significa.
El poder lo ejerce quien lo tiene. Y cuando lo tiene todo, pues lo ejerce absolutamente y eso fue lo que sucedió. Es un viejo fenómeno que en teoría política se llama Elección de Estado y que consiste en que quien tiene las fichas las juega a su favor, como lo hemos vivido antes y como lo vivimos ahora.
El tema es que cuando se concentra tanto poder no queda demasiado lugar para los equilibrios. Lo que se vivió en este caso fue la clara resultante de la falta de una oposición sólida que hiciera contrapesos y que, cuando finalmente logró sumar fuerzas para constituirse en una alianza, no hubo tiempo para comunicar en qué consistía y en la práctica generó más confusión que certezas.
Así que la primera lección del 6 de junio es recordar aquello que Paul Lazarsfeld nos enseñó desde 1940: “las campañas se ganan en los períodos intercampañas”. Así que desde este momento cada acción política, pública y de gobierno deberá ser comunicada para incidir en la psique colectiva e ir construyendo un andamiaje de memoria que alcance para el siguiente proceso electoral, que está ya a la vuelta de la esquina.
Sobre cómo comunicar creo que de plano deberé escribir una columna específica, porque en la campaña las y los candidatos nos dejaron ver lo poco o nada que entienden sobre la comunicación política y especialmente sobre las redes sociales; sin embargo, solo diré que la forma como comunicaron en la mayoría de los casos, es proporcional al resultado que obtuvieron.
Hay otro aspecto que sí significó un cambio específico y definitivo en esta campaña y que quedará para lo subsecuente: la paridad.
Aun cuando no podemos decir que la llegada de más mujeres a las posiciones de poder sea un triunfo de todas ni que sea una inclusión que nos beneficie per se, es indudable que el hecho de haber tenido a tantas mujeres, participando como candidatas por la mitad de los cargos en disputa, fue en sí mismo un logro que hace que el largo camino recorrido hasta llegar a la paridad total haya valido la pena.
En el ámbito legislativo federal las leyes que garantizan la paridad permitieron nivelar la integración, porque luego de que más hombres obtuvieran escaños por el principio de mayoría relativa, se equilibró esa desproporción con las posiciones plurinominales, lo que permitirá que finalmente la siguiente Cámara de Diputados tenga 246 mujeres, lo que significa el 1% de incremento respecto del número que hay en la presente Legislatura federal.
Por lo que respecta a los congresos locales, en 10 de 32 habrá más mujeres diputadas que hombres. En el caso de Veracruz, las leyes locales establecen la facultad para que el órgano electoral nivele la integración para garantizar la paridad, por lo que aún estamos a la espera de conocer cómo se hará el ajuste una vez que los conteos distritales que están en proceso concluyan.
Pero una cosa es que los tiempos postelectorales deban seguir su curso de desahogo y otra es que las activistas de la sociedad civil no estemos atentas y dándole el puntual seguimiento al estricto apego legal que deberá seguirse en este caso, porque la paridad no es una concesión ni una moneda de cambio. Es la ley, y la ley se cumple.
En cuanto a las gubernaturas, habrá seis nuevas mandatarias estatales, lo que es más de la mitad de las que hasta ahora ha habido en toda la historia de este país, así que solo por el número hemos de reconocer que el impulso a la paridad arrojó resultados significativos.
Pero no en todos los casos la paridad en candidaturas se tradujo en una mayor representación política de las mujeres.
Aunque todavía no hay cifras globales finales por los procesos de impugnación y cómputo que a nivel local se realizan en los órganos electorales, es posible observar que el ámbito en donde lamentablemente no hubo un avance en la participación política de las mujeres es en el municipal, específicamente en lo que a la elección de presidentas municipales se refiere, porque para sus cabildos, al ser integrados por representación proporcional, se aplican los criterios de garantía paritaria antes descritos.
Una muestra de este retroceso es lo ocurrido en Veracruz, en donde obtuvieron el triunfo mujeres en 48 de los 212 municipios veracruzanos, disminuyendo en 11 el número de las que actualmente gobiernan. Vale aquí la pena señalar que estos municipios que serán gobernados por mujeres –salvo en tres casos– reproducen una constante que expertas de la talla de Alejandra Massolo y Dalia Barrera Bassols (+) señalaron en su amplio trabajo documental al respecto: no es posible medir la incidencia de la acción política de las mujeres gobernando municipios, porque lo hacen en municipios pequeños, con escaso presupuesto.
Así que en lo local no hay avances en materia de paridad que registrar y más bien habría que indagar porqué la ciudadanía no vota por mujeres para estar al frente de sus municipios.
En este punto radica lo que claramente debe ser la segunda gran lección a aprender luego de la elección: hay que fortalecer los liderazgos locales.
Creo profundamente que el momento actual no tiene marcha atrás, así que cada mujer que milite en un partido político debe exigir el otorgamiento del 3 por ciento de presupuesto etiquetado para capacitación, y las que no lo hacen, pero tienen una representación local deben tender puentes sólidos con las organizaciones de mujeres que han logrado empujar una agenda y hacerse presentes ahí a donde el gobierno no llega.
Las redes de apoyo, las escuelas de cuadros, la formación comunitaria deben ser ya la hoja de ruta para que mujeres reales accedan al poder y no lo hagan muchas de las que hoy contendieron e incluso ganaron como las esposas, las hijas, las hermanas de los hombres que las impulsaron, cuyos puestos deberían ser ocupados por mujeres con trayectoria y méritos propios.
Es momento de ser estratégicas y unir esfuerzos.
Hace tiempo escuché a una diputada federal decir que si en este Congreso no se hubiera conformado el Grupo Plural por la Igualdad Sustantiva, reformas fundamentales como las de paridad y violencia política -entre otras- simplemente jamás habrían sido aprobadas. Se requirió superar los separatismos partidistas y entender que dentro de los poderes las mujeres siguen siendo relegadas en la toma de decisiones por sus pares de partido. Así que la única forma de defender sus iniciativas e impulsar una agenda es consolidando un bloque de mujeres al interior de los órganos que pueda realmente ser contrapeso de las inercias misóginas de los poderes políticos.
Esto, por ejemplo, en Veracruz no pudo lograrse.
Es tiempo de que las nuevas diputadas, las nuevas presidentas municipales, las nuevas síndicas, las nuevas regidoras, asuman que solo serán fuertes en la medida en la que se mantengan unidas. Desde ya hay que ir constituyendo una agenda de Congresos Violeta, Cabildos Violeta, Ediles violeta. Vaya reto, cuando el mito patriarcal de “juntas, ni difuntas” las hace sucumbir ante una estratagema que lo que busca es romper lazos para su conveniencia.
Ahí es indispensable entender la tercera y última lección de la elección: el poder real no puede seguir siendo de los hombres.
Hay que impulsar la igualdad sustantiva para que también sea paritaria la integración tanto de las mesas directivas de los órganos legislativos, como las juntas de Coordinación Política, que son los verdaderos epicentros donde se toman las decisiones y que a nivel federal y local fueron encabezados por hombres durante toda la Legislatura, pese a haber tenido por primera vez congresos paritarios.
Pero no con mujeres de ornato, sino por mujeres que ejerzan el poder. Ahí es donde hay que incidir, porque son esas instancias las que definen qué iniciativas pasan y cuáles son las que se aprueban, renglón que merece una revisión puntual más allá de las apariencias, porque ahí es en donde persisten los mayores rezagos patriarcales.
Al respecto, quiero insistir en un aspecto que es medular y que puede llegar a ser la única alternativa real de las mujeres en cargos de representación: mantenerse unidas.
Esto es lo que sigue.
@MonicaMendozaM