Por Art1llero
El primer paquete económico de Claudia Sheinbaum como presidenta llega al Congreso en un momento crucial, México necesita crecer, pero sin desbordar las finanzas públicas; ampliar el gasto social, pero sin hipotecar a las generaciones futuras; y sostener a Pemex, pero sin convertirlo en un barril sin fondo.
La Secretaría de Hacienda propone para 2026 un gasto total de 8.7 billones de pesos, financiado principalmente por una recaudación tributaria estimada de 5.8 billones. El resto provendrá de deuda, aunque bajo control, el déficit proyectado es de 4.1% del PIB, menor al cierre esperado de 2025 (4.3%), y la deuda pública se mantendrá en 52.3% del PIB, dentro de una trayectoria considerada estable por los mercados.
La SHCP estima que la economía mexicana crecerá entre 1.8% y 2.8% en 2026, apostando a la resiliencia de la demanda interna y a la posición estratégica del país en las cadenas globales de valor. La proyección luce optimista, pero no desproporcionada.
Lo más polémico y al mismo tiempo más innovador del paquete, no está en los grandes números, sino en los pequeños giros impositivos; no hay nuevos impuestos generales, pero sí un endurecimiento selectivo en el IEPS.; suben los gravámenes a refrescos, bebidas azucaradas y tabaco, bajo la lógica de desincentivar consumos nocivos y fondear programas de salud pública.
El gobierno bautiza esto como “impuestos saludables” y suma a la lista un tributo inédito, los videojuegos con contenido violento. Se trata de una medida simbólica, quizá más pedagógica que recaudatoria, que abre un debate cultural sobre el papel de los consumos digitales en la formación de las nuevas generaciones. Más allá de su eficacia fiscal, es un mensaje de que Hacienda no solo recauda, también educa.
Los estados recibirán recursos adicionales derivados de estos incrementos, destinados a salud, educación, seguridad e infraestructura, un gesto de corresponsabilidad federalista en tiempos de presupuestos tensos.
El paquete asegura la continuidad de los programas emblema: la Pensión para Adultos Mayores, la Pensión Mujeres por el Bienestar y la Beca Rita Cetina, pilares de la narrativa social de este gobierno.
En salud, los recursos se concentran en iniciativas de proximidad: Salud Casa por Casa, Laboratorio en Tu Clínica, y la compra consolidada de medicamentos, además de la promesa de 31 nuevos hospitales que se suman a los 15 ya inaugurados en 2025.
A Pemex se le otorga un respiro financiero, apoyos transitorios para cubrir amortizaciones y servicio de deuda en 2025-2026, con la promesa de alcanzar autonomía en 2027. El costo político de rescatar a Pemex es alto, pero el costo económico de dejarlo caer sería aún mayor.
En infraestructura, el presupuesto asigna más de 228 mil millones de pesos a proyectos ferroviarios (AIFA-Pachuca, Querétaro-Irapuato), modernización de carreteras, puertos, sistemas hídricos y agrícolas. El énfasis está en inversión productiva, un terreno donde el Estado busca ser catalizador del crecimiento.
El Paquete Económico 2026 es un documento de equilibrio, disciplina fiscal sin austeridad ciega, gasto social sin derroche, y un guiño a la salud pública disfrazado de recaudación. El aumento a refrescos y videojuegos violentos puede parecer menor en el océano de cifras, pero encarna el espíritu del plan: un Estado que pretende guiar conductas, además de administrar recursos.
La pregunta es si este delicado balance resistirá la realidad. El crecimiento puede decepcionar, Pemex puede seguir absorbiendo recursos, y los llamados “impuestos saludables” podrían recaudar menos de lo esperado. Pero el mensaje es claro: no habrá experimentos tributarios radicales ni endeudamientos temerarios.
Datos de contexto:
Un vistazo global: ¿cómo se compara la deuda de México?
México proyecta una deuda pública equivalente al 52 % del PIB para finales de 2026.
Estas cifras colocan al país en una posición bastante moderada comparada con economías avanzadas:
Francia, por ejemplo, carga con una deuda por encima del 113% del PIB, mientras que se proyecta que llegue al 118% en 2026. Alemania tiene una deuda cercana al 62%; Canadá al 111%, y Chile alrededor del 42%, todos según datos de la OCDE .
En un contexto comparativo, la deuda de México sigue siendo relativamente moderada, más aún cuando países socios enfrentan ratios mucho más elevados.
