Por: Art1llero
En los últimos años, México ha sido testigo de la proliferación de “influencers” que se dedican a hablar de política, un fenómeno impulsado por el auge de las redes sociales y, en gran medida, promovido desde el actual régimen de la 4T. A diferencia de los periodistas profesionales y los medios tradicionales –sujetos a marcos normativos y estándares éticos supervisados por autoridades regulatorias–, estos nuevos actores mediáticos operan sin restricciones ni obligaciones de verificar la información que difunden.
Esta situación ha creado un caldo de cultivo para la manipulación de la opinión pública, erosionando los cimientos de la democracia y debilitando el papel de los medios de comunicación.
Un terreno fértil para la desinformación
El surgimiento de influencers políticos ha encontrado un espacio propicio en una sociedad cada vez más polarizada y con una marcada falta de juicio crítico. El consumo masivo de contenidos superficiales, emotivos y no verificados ha llevado a millones de personas a aceptar como verdad absoluta las opiniones vertidas por estos personajes, sin cuestionar su rigor o veracidad.
La inmediatez de las redes sociales ha desplazado el análisis profundo y la contextualización de los hechos, sustituyéndolos por discursos simplistas, polarizantes y, en muchos casos, sesgados ideológicamente.
Este fenómeno ocurre en un contexto donde los medios tradicionales atraviesan una profunda crisis. La caída de las audiencias, la disminución de la inversión publicitaria y el cuestionamiento constante de su credibilidad han mermado la confianza de la sociedad en los medios formales.
Aunque en ocasiones los propios medios han contribuido a esta pérdida de confianza por errores o sesgos editoriales, su papel sigue siendo fundamental para garantizar una sociedad informada y crítica.
El riesgo de reemplazar periodismo con propaganda
A pesar de esta crisis, la sustitución de periodistas y medios con formación académica y experiencia profesional por influencers patrocinados por el gobierno o por grupos de poder económico –e incluso por la delincuencia organizada– plantea riesgos gravísimos para la democracia.
Los periodistas, sujetos a códigos de ética, obligaciones legales y procesos de verificación, son la primera línea de defensa contra la desinformación. Su labor de investigar, contrastar y contextualizar los hechos es esencial para que la sociedad pueda tomar decisiones informadas.
En contraste, los influencers políticos operan “por la libre”, sin rendir cuentas por la veracidad de sus afirmaciones ni por las consecuencias de sus discursos. Muchos de ellos son utilizados como instrumentos de propaganda para legitimar acciones gubernamentales o atacar a opositores políticos.
Al carecer de un marco normativo que regule su actividad, estos personajes pueden difundir información falsa o manipulada sin consecuencias, socavando la confianza en las instituciones y polarizando aún más el debate público.
La estrategia de control narrativo
El actual régimen ha entendido bien el poder de estos nuevos actores mediáticos y ha sabido capitalizarlo para consolidar su narrativa. A través de una red de influencers afines, ha logrado desviar la atención de temas incómodos, desinformar a la ciudadanía y desacreditar a voces críticas.
Esta estrategia de control narrativo no solo distorsiona la realidad, sino que también debilita el papel fiscalizador del periodismo, neutralizando su capacidad de actuar como contrapeso del poder.
Esta estrategia no es exclusiva de México. Gobiernos autoritarios y populistas alrededor del mundo han recurrido a tácticas similares para deslegitimar a los medios tradicionales y controlar la opinión pública. Sin embargo, en el caso mexicano, el riesgo es mayor debido a la fragilidad institucional y la debilidad de los contrapesos democráticos.
Consecuencias devastadoras para la democracia
Sustituir a los medios profesionales por voces no reguladas implica un peligro latente para la democracia. Sin periodismo crítico e independiente, la sociedad pierde la capacidad de cuestionar al poder y exigir rendición de cuentas. La desinformación generalizada, combinada con la polarización y el desprestigio de los medios tradicionales, crea un ambiente propicio para el autoritarismo, donde la verdad se convierte en una herramienta maleable al servicio del poder.
Los periodistas y los medios son pilares fundamentales de cualquier sociedad democrática. Destruir su reputación e intentar sustituirlos con influencers patrocinados por intereses políticos o económicos puede derivar en consecuencias devastadoras: una sociedad desinformada, vulnerable a la manipulación y sin capacidad para exigir justicia y transparencia.
El reto: recuperar la confianza y fortalecer el periodismo
Frente a este panorama, el reto para los medios tradicionales es doble. Por un lado, deben recuperar la confianza del público mediante un ejercicio periodístico riguroso, imparcial y enfocado en el interés público. Por otro, es necesario que las instituciones encargadas de regular la comunicación digital establezcan lineamientos claros para evitar que la desinformación y la propaganda disfrazada de opinión sigan contaminando el debate público.
La supervivencia de la democracia mexicana depende, en gran medida, de que los ciudadanos puedan acceder a información veraz, contrastada y contextualizada. Solo así será posible construir una sociedad crítica y consciente de la realidad que la rodea.
La defensa del periodismo profesional no es solo una cuestión gremial, sino una lucha por la verdad, la justicia y la preservación de nuestras libertades.
