Edgard González Suárez
En la campaña electoral que está por concluir hay quien todavía se cuestiona si la argumentación tiene una relación directa ya sea con la razón o, ya sea, con los sentimientos o emociones. Esta bidireccionalidad, desde luego que no es nueva, ya desde los griegos ganó presencia en los círculos académicos, la lucha despiadada contra los sofistas. Los sofistas eran considerados maestros de la retórica, de la persuasión y de manera implícita del engaño. En todos los tratados de retórica se enuncia la necesidad de entusiasmar, persuadir, influir en el público, en los jueces, en los escuchas. Y aunque la lucha entre racionalistas y sofistas ha permanecido hasta nuestros días, y en varios momentos de la historia se expresó cruentamente, hoy, en casi todos los cursos de comunicación, ya sea de masas, tecnológica o interpersonal, ya nadie duda, que en todo intercambio lingüístico se quiere o se pretende influenciar al interlocutor. Lo que no ha dejado fuera, o más bien, siempre se ha hecho presente la Eticidad -la conducción moral- de los debates retóricos y o propagandísticos.
Y eso es precisamente lo que han querido hacer las campañas electorales de las tres candidaturas a la presidencia. Tratar de influir, en un sentido u en otro, a los seguidores o a los adversarios para tratar de mantener la unidad y la cohesión, en el primer caso, o crear suspicacias, dudas o fracturas, en el segundo caso también.
No hay en el mundo ninguna campaña estrictamente racional, seria una pérdida de tiempo y de recursos, muy probablemente seria atendida y entendida por muy pocos, y de lo que se trata, en una competencia electoral, es precisamente de extender al máximo el mensaje de cada proyecto político-electoral.
Entonces, ¿qué ha fallado en las campañas y que o cuales han sido sus éxitos? Ya convenimos que mensajes racionales y emotivos son la combinación necesaria para llegar a los oyentes o al auditorio del mensaje político.
El mensaje racional pretende de una manera lógica establecer una “verdad” que se derive de las premisas lógicas expuestas:
- “Nosotros somos la Transformación y la continuidad”
- “La Transformación y la Continuidad ve por los más necesitados y vulnerables”
- “Los más necesitados y vulnerables apoyan a la Transformación y a la continuidad”
Este es el “locus” de la campaña de Claudia Sheinbaum, encierra una lógica y una veracidad, y se ha intentado imponer de distintas maneras en distintos foros y distintos públicos: lo mismo con campesinos, obreros, estudiantes, clases populares e incluso empresarios. Y este “locus” ha sido utilizado en la propaganda para mover a unos racionalmente y a otros emocionalmente. Y al llegar con cierta extensión y veracidad a todas las audiencias, parece, que será, el motivo central de los votantes de esta campaña.
Otra campaña, la de Xóchitl Gálvez, se ha centrado más en el aspecto emotivo, queriendo exaltar ciertos sensaciones y sentimientos:
- “El Gobierno actual es un gobierno criminal y un fracaso”
- “Nos gobiernan los criminales y la economía es un desastre”
- “Nosotros haremos un gobierno que combata al crimen y nos devuelva las libertades”
Este “locus” psicológico, si bien esta construido con todo el interés y propósito en demoler la racionalidad de la campaña de la Transformación, carece de representatividad, es decir, su principal problema es que nunca fue un “locus” extendido, mayoritario y ni siquiera transclasista. Ciertamente es compartido por ciertos grupos sociales, principalmente las élites y las clases medias más acomodadas, pero parece que nunca llegó a otros sectores de la población, como para que se convirtiera en el principal motivo de su voto partidista.
Esta campaña, montada por la oposición al gobierno actual, careció de lógica y veracidad, careció de representatividad y sobre todo careció de eticidad. Es decir, de una conducción moral, de una imagen moral desde donde se pudiera sedimentar este ataque emocional a la candidata de la transformación.
Desde mi punto de vista, esta campaña perdió mucho tiempo en ese tipo de ataques y repeticiones, se concentró en un círculo muy delimitado de oyentes y seguidores, no pudo, aunque sí quiso, extenderse a otros ámbitos y auditorios, pero parece que no lo logró.
Hemos presenciado desde una mirada comunicacional no solo el juego discursivo, sino los aciertos y desaciertos de las campañas. Pasarán a hacer objeto de análisis, y quizá de varios trabajos de tesis, el lenguaje verbal, la imagen visual, la kinésica, y la proxémica, y sin duda todo el movimiento corporal, los brinquitos infantiloides, la rigidez facial, el huipil chiapaneco y/o el huipil de Pineda Covalin, el traje sastre y los colores sobrios, la falda con la imagen de la virgen de Guadalupe, o el repetitivo, hasta el cansancio, del chicle incomodo que se deja y se pega en cualquier superficie.
Veremos los resultados del próximo domingo, veremos quien hizo mejor uso de la retórica verbal, no verbal y paraverbal, quien hizo mejor propaganda y cual de ellas fijo su locus de manera certera, veraz y mejor extendida.
