Jorge Luis Malpica
La desafiante política exterior que está llevando el presidente López Obrador ante Los Estados Unidos por haber traído, en primera instancia, al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, como invitado de honor a los festejos de la Independencia, mandando al embajador de EU, Ken Salazar, a la última fila del evento, así como todos los mensajes y simbolismos de apapacho y simpatía que dejó la postura mexicana en la VI Cumbre de la CELAC del pasado fin de semana con los principales regímenes autoritarios y dictatoriales de América Latina, puede traer serias repercusiones para nuestro país en lo político y en lo social, partiendo desde las vertientes económicas, migratorias y de seguridad.
Es temerario lo que está haciendo López Obrador en provocar de esta manera a su vecino del norte, cuando nuestro país depende en materia económica de Los Estados Unidos en más del 85, englobando cadenas de suministro, importaciones, exportaciones, y lo más importante en esta materia: las remesas que envían nuestros connacionales de allá, las cuales representan la principal captación de divisas de nuestro país, por arriba de las exportaciones de automóviles y de los ingresos petroleros. Esta situación histórica de envío de remesas ha mantenido estable la paridad cambiaria y también la estabilidad social al haber dinero circulante en el mercado mexicano.
Otra de las vertientes es el nivel de violencia e inseguridad que estamos viviendo en México a causa del crimen organizado, situación que tiene en constante alerta a los norteamericanos, porque esta laxitud con la que está actuando el gobierno de AMLO de abrazos, no balazos, está generando una fuerza sin precedentes al crimen organizado y esto pone en flanco de vulnerabilidad a la seguridad nacional estadounidense.
Tanto sólo lo sucedido en Salamanca, Guanajuato el pasado domingo, con la explosión de una bomba en un restaurante, presuntamente perpetrado por el crimen organizado, puede ser el punto de quiebre para que el gobierno de EU decrete a los cárteles mexicanos como grupos terroristas y con esto puede intervenir en nuestro país, con la finalidad de preservar su seguridad nacional.
¡Estamos jugando con fuego! Nos guste o no, los Estados Unidos sigue siendo la primera potencia del mundo, y llevar a cabo una política exterior que implica provocaciones en la relación bilateral con ellos, es como ponernos con Sansón a las patadas, por lo que en cualquier momento puede venir un golpe fuerte de nuestro vecino contra nuestro país en este sentido. Todo apunta a que será por la inseguridad provocada por el crimen organizado, por la terrible crisis migratoria y, en última instancia si se llega a dar, la tentación de México en querer a China como su principal socio comercial.
