Dicen los expertos que un niño resiliente es el que dice poseer: Personas a mi alrededor en quienes confío y que me quieren incondicionalmente; personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros o problemas; personas que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder y tratan que aprenda a desenvolverme solo; personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro o cuando necesito aprender; personas que me hacen crecer en la cultura del esfuerzo y la responsabilidad.
Boris Cyrulnik, un psiquiatra, etólogo y escritor judío, sufrió los estragos de la Segunda Guerra Mundial, perdió a sus padres en un campo de concentración, él logró escapar a la edad de 6 años. Deambuló por varios centros de apoyo, ahí creció como un típico niño de la calle cuyo futuro era llegar a la edad adulta convertido en un delincuente, un caso perdido, sin educación ni futuro. Pero afortunadamente tuvo el apoyo de una familia que le inculcó el amor a la vida, lo educaron y pudo superar los traumas causados por la trágica muerte de sus padres. Él menciona: “No es fácil para un niño saber que le han condenado a muerte”; pero lo importante es que logró superarlo y ahora lo recuerda sin amargura.
Él asegura que un patito feo se puede transformar en un cisne. En su libro: Los patitos feos, manda un mensaje importante de esperanza para quienes han tenido una infancia traumática. Boris menciona: “Una infelicidad no es nunca maravillosa. Es un fango helado, un lodo negro, una etapa de dolor que nos obliga a hacer una elección: Someternos o superarlo.” El usa el concepto de la resiliencia, la cual define como el resorte de aquellos que luego de recibir el golpe, pudieron superarlo, es la capacidad del ser humano para reponerse de un trauma y ser feliz, sin quedar marcado de por vida.
Efectivamente muchos de nosotros nos enfrentamos con diversas adversidades: la muerte de un ser querido, el divorcio o separación de nuestros padres, sufrir una enfermedad incurable, vivir en pobreza extrema, migrar hacia países hostiles, sufrir malos trato, violencia intrafamiliar o abuso sexual, pero aun en estas circunstancias, existen muchos niños y adultos que al sufrir estas adversidades las pueden superar a pesar de que todo parezca indicar lo contrario. Pero, por otro lado, existen muchas otras personas para quienes estas adversidades son prácticamente insuperables.
Boris ratifica lo que en el fondo sabemos o deberíamos de saber los padres: “Si queremos que nuestros hijos crezcan de la mejor manera posible, primero tenemos que trabajar en nosotros mismos, en nuestro modo de ser y reaccionar, en nuestra cultura familiar, en nuestros hábitos de comportamiento. Debemos de creer en la resiliencia y transformarnos en unos padres afectivos.
El le da mucha importancia al triángulo familiar –hijo, mamá y papá- como la estructura básica para el desarrollo de la resiliencia de los niños. Las mamás son muy importantes, asegura Boris, pero no es suficiente para lograr una excelente formación en los hijos. Los papás también pueden desempeñar un papel fundamental en el desarrollo de la resiliencia de los niños. El asegura: “Hemos llegado a la conclusión de que los niños que mejor se desarrollan social e intelectualmente y tienen unas mejores maneras de relacionarse con los demás son los que han sido criados por papás y mamás unidos y diferenciados. Y los que peor se desarrollan son los criados por madres aisladas o padres aislados. Estos últimos tienen retrasos en el lenguaje, temen a los demás, padecen fobias sociales… Ahora sabemos que la función materna es dar seguridad a un niño, y la función paterna dinamizarlo”.
Ramón de la Peña
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