En una entidad donde la percepción de inseguridad se mantiene alta, los símbolos importan tanto como los hechos. En Veracruz, el 57.5 % de la población considera que la inseguridad es el principal problema, según datos de la ENVIPE 2024. Esto no debería sorprendernos: los delitos de alto impacto, la impunidad y la violencia mediática han convertido la confianza ciudadana en un bien escaso.
Sin embargo, existen factores que, aunque parezcan menores, actúan como multiplicadores del miedo. Uno de ellos es la proliferación de vehículos con vidrios totalmente polarizados, incluso en el parabrisas. Esta práctica no solo viola la ley: alimenta la sospecha, dificulta la identificación y deteriora la convivencia vial.
La normativa estatal es clara. La Ley de Tránsito y Seguridad Vial para el Estado de Veracruz establece:
“Bajo ninguna circunstancia, el parabrisas ni las ventanas delanteras de un vehículo podrán estar totalmente polarizados” (Art. 45, 2018).
El Reglamento de Tránsito de los municipios de Veracruz y Boca del Río coincide, y va más allá al prohibir:
“Que los cristales estén oscurecidos o pintados impidiendo la visibilidad al interior” (Art. 62, 2023).
Incluso a nivel federal, el Reglamento de Tránsito en Carreteras y Puentes de Jurisdicción Federal advierte:
“Los vehículos deberán contar con parabrisas de vidrio de seguridad transparente y sin daños que dificulten la visibilidad” (Art. 48, 2022).
No se trata de una cuestión estética ni de gustos personales. La transparencia vehicular es una condición de seguridad pública. En un entorno donde la violencia es real y la percepción de riesgo es alta, un vehículo opaco proyecta anonimato, y el anonimato, en contextos de inseguridad, se percibe como amenaza. Un automóvil completamente polarizado, sin visibilidad de su interior, se convierte en una metáfora rodante de la desconfianza.
La solución, como tantas veces, no es exclusivamente coercitiva. No se trata solo de implementar operativos de revisión, sino de asumir que es un tema de responsabilidad social. Debemos impulsar campañas que expliquen el impacto que tiene en la percepción de inseguridad el polarizar todo el vehículo, incluso el parabrisas. La ciudadanía debe comprender que la regulación no busca castigar, sino garantizar la convivencia y la seguridad mutua.
Como sociedad, debemos actuar con coherencia. No tiene sentido esperar a que la autoridad nos multe por polarizados ilegales. Este criterio aplica también para patrullas, taxis o unidades oficiales; la transparencia debe ser ejemplo desde el sector público.
El reto de Veracruz —y de México— es romper el clima de sospecha que se ha instalado en nuestras calles. La visibilidad es más que un detalle técnico, es un símbolo de transparencia, de respeto mutuo y de confianza ciudadana. Ver y ser vistos no es un privilegio, es un derecho y, al mismo tiempo, una obligación compartida.
La opacidad vehicular es un lujo que una sociedad que vive con miedo no puede permitirse. Si queremos un entorno más seguro, debemos empezar por eliminar los signos que alimentan la desconfianza. Y ese cambio comienza por cada uno de nosotros, retirando aquello que oscurece nuestros caminos, nuestras miradas y, en última instancia, nuestro futuro.
La seguridad no se construye solo con leyes y patrullas, sino con gestos cotidianos que reafirmen que en esta tierra nos miramos de frente.
ParaSerMejores sabiduría e inteligencia
Dr. Jeremías Zúñiga Mezano
