Por Art1llero
En los últimos años, figuras como Diego Dreyfus han emergido en el escenario mediático como “coaches de vida”, prometiendo transformar a las personas a través de discursos motivacionales, filosofía personal y una narrativa de “verdades incómodas” que, según ellos, despiertan al individuo de su mediocridad.
Uno de los casos más conocidos de esta dinámica es el del futbolista mexicano Javier “Chicharito” Hernández, quien tras acercarse a Dreyfus mostró un cambio radical en su comportamiento, discurso y forma de relacionarse con el mundo.
Pero, ¿dónde termina la mentoría y dónde comienza la manipulación?
Diego Dreyfus no es psicólogo, sociólogo, ni tiene formación académica reconocida en desarrollo humano. Se presenta como alguien que ha vivido y entendido “la Matrix” del sistema y viene a abrir los ojos de quienes viven atrapados en una vida sin propósito. Con un lenguaje que mezcla espiritualidad, autoayuda, emprendimiento y una dosis de arrogancia calculada, Dreyfus se ha convertido en una figura de culto para muchos jóvenes, especialmente hombres que se sienten perdidos, frustrados o vacíos en una sociedad que demanda éxito constante.
En el caso de “Chicharito”, el cambio ha sido evidente. De ser un deportista reservado, respetuoso y enfocado en su carrera, pasó a compartir discursos existencialistas, ideas de ruptura familiar disfrazadas de “amor propio” y una actitud distante que ha sido interpretada por muchos como egocéntrica y desconectada. Su propia relación con la prensa, su familia y sus responsabilidades como figura pública se transformó, generando críticas y dudas.
Una cita que lo dice todo
Uno de los momentos más reveladores de esta relación se dio en una transmisión en vivo de Instagram donde Chicharito, visiblemente emocionado, le dice a Dreyfus: “Tú me enseñaste a amar, güey, tú me enseñaste lo que era el amor.”
Esa frase, que a simple vista podría parecer un halago, en realidad evidencia una relación de poder emocional desbalanceada. ¿Qué tan vacío estaba el futbolista como para atribuirle a un coach la comprensión de un concepto tan complejo y humano como el amor? ¿No es eso lo que hace un guía espiritual, un líder sectario, o incluso un manipulador emocional?
Dreyfus, por su parte, no desmiente ni matiza. Recibe la afirmación con naturalidad, como si fuera el destino lógico de su trabajo: reemplazar el sistema de creencias de sus seguidores por el suyo propio.
La sombra que alcanzó a su familia
Una de las aristas más delicadas del vínculo entre Dreyfus y Chicharito fue su impacto en la relación del futbolista con su esposa, Sarah Kohan. Diversos medios documentaron tensiones crecientes entre la pareja a raíz de la influencia que Diego ejercía sobre Hernández. Durante el periodo de su ruptura, Sarah dejó entrever que la transformación de Chicharito había sido más un alejamiento emocional que un crecimiento personal.
Según versiones cercanas a la pareja, Dreyfus no solo se convirtió en el confidente principal de Chicharito, sino en el filtro a través del cual el futbolista procesaba sus decisiones personales y familiares. Algunos incluso llegaron a señalarlo como una presencia invasiva en el hogar, alguien que —más que aconsejar— dictaba la narrativa de lo que significaba “ser hombre”, “ser libre” y “ser honesto”.
En ese contexto, no fue extraño que mientras Chicharito hablaba de autenticidad y renacimiento, Sarah hablara de abandono y desconexión. La pareja, que tenía dos hijos pequeños, terminó separándose en medio de una narrativa confusa donde el amor propio del futbolista se volvió incompatible con la vida en pareja.
¿Autoconocimiento o control emocional?
Los coaches como Dreyfus suelen utilizar técnicas de confrontación emocional, desmantelamiento del ego y discursos polarizantes. Se autoproclaman destructores de la “zona de confort”, pero lo que en apariencia es empoderamiento, puede ser en realidad una transferencia de poder: sus “alumnos” sustituyen sus propias brújulas morales por las ideas del coach, que terminan siendo dogmas no cuestionados.
El riesgo está en el vacío formativo. Sin una preparación adecuada en psicoterapia, psiquiatría o pedagogía, estos personajes juegan con el equilibrio emocional de sus seguidores. Muchos de ellos se encuentran en etapas vulnerables, enfrentando fracasos, crisis existenciales o problemas familiares. En lugar de acompañamiento profesional, encuentran una figura paternal que les dicta cómo deben pensar, actuar y sentir.
El culto al ego disfrazado de evolución
Uno de los elementos más cuestionables del discurso de Dreyfus es su ambigua relación con la humildad. Bajo la bandera del “sé tú mismo sin miedo”, fomenta un narcisismo espiritual que invita a romper con todo lo que no alimente tu “alta frecuencia”. Así, relaciones, familias, amistades o empleos pueden ser descartados si no vibran con tu nueva versión. Esta lógica alimenta una mentalidad individualista, desconectada del contexto y la empatía.
El peligro es claro: cuando una persona deposita su proceso de transformación en manos de un “coach” carismático, sin filtros ni supervisión, puede perder su criterio, su red de apoyo y su identidad. Lo que parece ser libertad, puede ser dependencia emocional encubierta.
El caso de Diego Dreyfus y Chicharito es solo una muestra de una tendencia más amplia. En una sociedad ansiosa por sentido y éxito, los gurús del desarrollo personal encuentran terreno fértil. Pero no todo lo que brilla es oro. El autoconocimiento real no nace de frases hechas ni de confrontaciones disfrazadas de sabiduría, sino de un proceso íntimo, crítico y acompañado por profesionales capacitados.
Es momento de cuestionar: ¿realmente nos están ayudando a crecer, o solo están llenando el vacío con su propia sombra?
