En una industria donde parece más sencillo y hasta glamuroso recurrir a un vientre de alquiler, la decisión de Millie Bobby Brown y Jake Bongiovi de adoptar a una niña resulta profundamente significativa. No es solo un acto de amor, es un posicionamiento frente a un sistema que ha convertido en negocio lo que debería ser un acto humano: traer vida al mundo.
El vientre de alquiler, aunque muchas veces se maquille como “opción moderna” o “acto altruista”, arrastra un trasfondo doloroso. En la mayoría de los casos, termina siendo una transacción económica en la que se cosifica el cuerpo de la mujer, reduciéndolo a una herramienta para satisfacer deseos ajenos. Y aunque existan casos regulados, la realidad es que en gran parte del mundo sigue siendo un terreno gris donde las desigualdades sociales juegan un papel brutal: mujeres de bajos recursos prestando su cuerpo para familias con dinero. Al final, se convierte en un privilegio para unos y en explotación para otras.
Frente a esto, la adopción brilla como un camino más digno, humano y responsable. Adoptar no es solo darle un hogar a un niño, es darle historia, identidad y amor a alguien que ya existe y que necesita pertenecer. Es una manera de transformar vidas que ya fueron puestas en el mundo, pero que esperan por alguien que las reconozca como propias.
Por eso, la decisión de Millie y Jake resuena con tanta fuerza. En una edad en la que muchos apenas están encontrando su rumbo, ellos eligen compartir su vida con alguien más, darle estabilidad, cuidado y futuro. Ella, que además ha demostrado tener un compromiso genuino con el bienestar animal, con el consumo consciente y con causas sociales, confirma con este paso que la madurez no tiene que ver con los años cumplidos, sino con la visión y la empatía hacia otros.
Lo curioso es que, en redes, los más críticos son muchas veces aquellos que no tienen en qué caerse, pero sí se llenan de hijos sin la mínima conciencia de lo que significa ser padre o madre. Señalan, juzgan y critican a alguien que está tomando una decisión infinitamente más responsable que la mayoría.
Millie y Jake nos están recordando que ser padre no se trata de perpetuar genes, ni de presumir que “tu hijo se parece a ti”. Ser padre es dar amor, dar hogar y dar oportunidades. Y en un momento donde el espectáculo está acostumbrado a mostrar el camino fácil, ellos nos muestran uno distinto: el más humano.
