Por Gigi Rodríguez
Vivimos en un mundo donde todo parece una lista de requisitos y probabilidades. Desde cómo elegimos pareja hasta cómo planeamos nuestro futuro, la sociedad nos empuja a pensar en términos de “qué conviene”, “qué suma”, “qué proyecta”. Nos hemos vuelto expertos en checklists emocionales y cálculos fríos, como si la vida fuera un Excel donde solo hay que llenar celdas para obtener el resultado perfecto.
La película Materialist (2025), de Celine Song, revela este fenómeno de forma brutal y certera. No es solo una historia sobre amor o materialismo, sino una crítica al sistema que ha convertido la vida en una transacción calculada.
Lucy, la protagonista, es una “cazamentera” que conecta a su clienta Sophie con un hombre que aparentemente es “match” perfecto, pero que en realidad resulta ser un agresor. Esta historia expone un problema real con las apps y sistemas de citas: Nadie puede mostrar su lado oscuro en un perfil o en un swipe. La superficialidad con la que elegimos pareja, basada en imágenes y listados de cualidades, puede poner en riesgo la seguridad emocional y física de las personas.
Pero no solo en las citas pasa esto. Todo se volvió una negociación: Relaciones, amistades, trabajos, decisiones. ¿Me conviene? ¿Qué gano? ¿Cómo me ven? Decidimos desde la conveniencia y el miedo, no desde la conexión o el deseo.
En la película, Pedro Pascal dice sin filtro: “No siento nada por ti, pero seríamos un buen negocio.” ¿No te parece que esa frase define cómo muchos toman decisiones hoy? Con emociones atenuadas, con el corazón protegido detrás de una estrategia.
Y ahí está el problema: Pensar que la vida puede planearse, que el amor puede predecirse y que todo debe encajar en un plan. Que el valor de las personas se mide en beneficios que puedan darnos, y no en quiénes son.
Estamos tan enfocados en asegurarnos un futuro sin sorpresas, que olvidamos vivir el presente. Que lo verdadero no siempre es medible ni tiene un KPI.
Porque la vida no es un Excel.
Y las personas no son celdas que se llenan con fórmulas predecibles.
Ver esta película me hizo darme cuenta lo valioso y raro que es encontrar a alguien que te ame sin condiciones ni cálculos, alguien que te quiera con todo lo que eres y que, al mismo tiempo, tú sientas lo mismo por él. Que ese amor no esté basado en una transacción ni en un contrato invisible, sino en una historia que ambos eligen construir día a día.
Por eso me siento profundamente afortunada de haber encontrado a mi pareja, con quien hemos decidido comprometernos porque nos amamos, no porque cumplamos un perfil o una expectativa social.
Nuestro vínculo es real, imperfecto y libre de las falsedades que tanto abundan en el mundo que retrata Materialist.
Y esa verdad es el mayor privilegio que puedo tener.
