Síguenos en nuestras redes

Hola, ¿que estas buscando?

NV Noticias

Ctrl + Alt + Pop

“My Oxford Year” y el miedo de amar tan profundo que duele imaginar perderlo

Por Gigi Rodríguez

Hay amores que llegan para quedarse… Y hay otros que llegan para enseñarte a vivir. My Oxford Year no es una historia de “felices para siempre”, sino de “felices mientras dure”. Y eso la hace infinitamente más real.

Anna y Jamie no se enamoran como en las películas; se enamoran como en la vida. Con miedo, con contradicciones, con heridas abiertas. Él aparece en el momento más inesperado: cuando Anna tiene otros planes, cuando su vida parece estar ya resuelta. Pero el corazón, a diferencia del currículum, no entiende de estructura.

Lo que comienza como una atracción intelectual termina siendo un amor profundo y feroz, de esos que te quiebran y al mismo tiempo te reconstruyen. Jamie no es el salvador de Anna, ni ella la cura para él. Se encuentran desde la vulnerabilidad, desde la conciencia de que no hay tiempo que perder. Y eso lo cambia todo.

Jamie está enfermo. Y lejos de convertirlo en un mártir o en una víctima, la película nos muestra a un hombre que ha decidido vivir con intención. No pide compasión. Pide conexión. Pide verdad. Y en esa verdad, Anna aprende la lección más dolorosa y más poderosa de su vida: que amar no es aferrarse, sino acompañar. Que el amor no siempre gana, pero siempre deja huella.

Hay algo brutal y hermoso en ver cómo se aman sabiendo que no tienen futuro. Como si cada momento que comparten estuviera envuelto en urgencia, en gratitud, en una ternura casi feroz. Es el tipo de amor que no depende del tiempo, sino de la profundidad. Que no espera promesas eternas, sino presencia total.

Uno de los momentos más conmovedores de My Oxford Year sucede cuando Anna, ya sola, recorre Europa. Es un viaje que muchas chicas soñamos hacer: Calles antiguas, paisajes que parecen detenidos en el tiempo, la libertad de descubrir el mundo. Pero lo que hace única esa escena es que Anna no está realmente sola. En su mente y corazón, ella se imagina a Jamie acompañándola, como un susurro que nunca se va.

Vi esa escena y no pude evitar pensar en mi prometido. En lo que él significa para mí, en la certeza de que no podría vivir sin él. Esa película se convirtió para mí en una manifestación de mi miedo más profundo: Perder a la persona que amas y tener que aprender a seguir viviendo sin ella.

Porque, aunque sé que la vida es frágil, pensar en un día sin él me paraliza. Y ahí está la valentía de Anna: Enfrentarse a ese vacío, a ese dolor que yo no sé si algún día podré abrazar.

Anna no lo puede salvar. Pero sí puede estar. Y estar —de verdad— es quizás la forma más pura de amar. Sentarse al lado de alguien aunque duela. Amar sin pedir más tiempo, sin buscar garantías, sin controlar el final.

Al final, My Oxford Year no solo nos recuerda que algunos amores no están hechos para durar, sino que todos los amores, incluso los más fuertes, están destinados a morir. Por algo decimos “hasta que la muerte nos separe”; porque amar es también aceptar que la pérdida es parte del viaje.

Y aún así, amar sigue siendo lo más valiente que podemos hacer.

Click para comentar
0 0 votes
Article Rating
Subscribe
Notify of
guest
0 Comments
Inline Feedbacks
View all comments

También te puede interesar

Ctrl + Alt + Pop

Por Gigi Rodríguez Hubo un tiempo en el que Sydney Sweeney me parecía una actriz interesante. Tenía ese aire de chica real con una...

Ctrl + Alt + Pop

Hay una escena en Stranger Things que marcó a millones de personas. Max, atrapada por el “Upside Down”, por sus propios traumas, por una...

Ctrl + Alt + Pop

Por Gigi A. Rodríguez Hace poco volví a ver Tinkerbell y la bestia de Nunca Jamás, una película que había pasado por mí como...

Ctrl + Alt + Pop

Por Gigi A. Rodríguez Cuando Sabrina Carpenter lanzó la portada original de Man’s Best Friend —posando de rodillas, con un hombre tomándola del cabello—...

Advertisement
0
Would love your thoughts, please comment.x
()
x