Por Art1llero
La narrativa de la 4T, cimentada sobre los pilares del ahorro, la cercanía con el pueblo y la austeridad republicana, ha sido descaradamente contravenida por un desfile de viajes lujosos protagonizados por figuras del propio Morena.
Tan evidente es esta contradicción que incluso desde dentro del partido han surgido voces críticas, Luisa María Alcalde, presidenta del Consejo Nacional, advirtió que estos comportamientos, aunque financiados con recursos privados, dañan la credibilidad de la 4T y alejan al movimiento de su esencia de “justa medianía”.
Los casos más recientes reflejan con claridad la desconexión entre discurso y realidad; el hijo del expresidente López Obrador, Andrés Manuel “Andy” López Beltrán, fue captado hospedándose en el Hotel Okura de Tokio –uno de los más exclusivos de Japón– y realizando compras en tiendas como Prada junto a Daniel Asaf, otro político morenista cercano al poder.
Mientras tanto, el secretario de Educación Pública, Mario Delgado, fue fotografiado disfrutando de una comida en el restaurante del exclusivo hotel Pousada de Lisboa, en Portugal; por su parte, Ricardo Monreal, coordinador parlamentario de Morena, fue visto en un restaurante cinco estrellas en Madrid, en pleno centro turístico de lujo.
Aunque algunos protagonistas han alegado que costeaban sus viajes y estancias con sus propios fondos y no recurrieron al erario –tal como lo afirmó la presidenta Sheinbaum en Palacio Nacional– lo cierto es que estas imágenes erosionan el discurso moral del movimiento.
La presidenta ha defendido que “el poder se ejerce con humildad”, pero su declaración de que “cada quien será reconocido por su comportamiento” no basta para restaurar la coherencia perdida.
Más allá de los nombres involucrados, lo que en realidad se juega aquí es la fiabilidad del proyecto político. Cuando dirigentes que pregonan el principio “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre” se ven en hoteles de cinco estrellas, comiendo en restaurantes exclusivos y usando automóviles Tesla para moverse, generan una disonancia que trasciende lo simbólico, ponen en duda el compromiso real con la austeridad republicana.
Morena reconoce ya que este tipo de conductas no solo reducen la confianza ciudadana en sus representantes, sino que ofrecen munición política a la oposición. Diputados del PAN no tardaron en señalar que estos viajes “van contra los principios de la 4T” y acusaron que algunos incluso viajan en clase premium y frecuentan clubes nocturnos en Ibiza o Italia, sin justificar la pertinencia de estos desplazamientos para su cargo público.
Aunque en mayo pasado el Consejo Nacional morenista endureció sus reglas internas –incluyendo la prohibición de viajes en primera clase, uso de vehículos blindados y ostentación–, la implementación efectiva de estas medidas solo está prevista a partir de 2027, y su aplicación inmediata es aún simbólica.
Morena y sus dirigentes deben recordar que la legitimidad no se hereda ni se presume, se sostiene con congruencia. Si renuncian a la austeridad que predicaron, si olvidan la causa por la que millones confiaron en ellos, terminarán convertidos en lo mismo que prometieron combatir.
