Por Gigi Rodríguez
Desde hace un par de años, el internet parece tener una nueva villana favorita: Carrie Bradshaw. Lo que alguna vez fue una figura aspiracional de libertad femenina, moda y brunch con amigas, hoy es blanco de memes, críticas y tweets furiosos que la acusan de egoísta, inmadura y emocionalmente irresponsable. ¿Pero de verdad es tan terrible? ¿O será que Carrie es simplemente un espejo que muchas no queremos mirar?
La tachan de narcisista, de gastar lo que no tiene, de arruinar su vida por un hombre emocionalmente indisponible. Sí, Mr. Big, estamos hablando de ti.
Y cómo olvidar su habilidad para juzgar a sus amigas mientras escribía columnas sobre libertad sexual con Manolos de 400 dólares en los pies.
Pero hay una crítica que se repite como si fuera sentencia moral definitiva: ¿Cómo pudo elegir a Mr. Big y no quedarse con Aidan?
Aidan, el carpintero noble, emocionalmente disponible, que le ofrecía estabilidad y un perro. Pero seamos realistas: Muchas critican a Carrie por elegir al tóxico, pero a menos que tengas una buena terapeuta (y un plan de escape), probablemente seguirías sus mismos pasos si tu ex más dañino tocara tu puerta a las 2 a.m. con los ojos de siempre y promesas nuevas.
Carrie no es una heroína. Pero tampoco es un monstruo. Es una mujer —con todo lo que eso implica— tomando malas decisiones, creyendo que esta vez será distinto, buscando amor mientras se pierde un poco a sí misma en el camino.
Quizá no la toleran porque representa esa parte humana, contradictoria y desordenada que muchas llevan dentro. Esa que no siempre elige lo mejor, pero sí lo que más desea. Y eso, en el fondo, nos incomoda más que cualquier par de zapatos.
