Por Geraldi Aylin
Estoy obsesionada con “Heterocromía”, la nueva canción de Belinda. No es solo el beat hipnótico ni la letra que te atrapa desde la primera frase. Es que detrás de ese track, que podría parecer solo un desahogo pop, hay una historia real, poderosa y dolorosa. Y sí, también me dejó impactada.
La canción, según dicen (y todo indica), va dedicada a Gonzalo Hevia Baillères, heredero del Palacio de Hierro, con quien Belinda tuvo un romance que nunca fue oficial, pero que todos los cercanos al mundo del chisme daban por hecho. Lo fuerte viene cuando, línea tras línea, Belinda expone con crudeza el clasismo encubierto que vivió en esa relación.
Cosas como:
“Gracias a Dios no conocí a mi ex suegra / que no soy de alcurnia y de pronto se altera”
“Tú eres old money, te dicen Bunny / y tu palacio me lo paso por el booty”
Y, claro, esa frase que se te clava:
“Después de esta canción vas a querer tener los ojos del mismo color, cabrón.”
No les voy a mentir: Me reí, grité, volví a escucharla, y luego me entristecí profundamente. Porque esta historia no es solo de Belinda. Es de muchas mujeres que han tenido que soportar que sus parejas —y sus suegras, y sus cuñadas, y su círculo entero— las hagan sentir “menos”, como si el amor tuviera que venir con pedigrí. Mujeres a las que les han hecho creer que no pertenecen, que tienen que agradecer que alguien “de su clase” las voltee a ver.
Y no. No deberíamos normalizar relaciones donde el amor viene condicionado por apellidos, por cenas de gala o por si conoces Saint-Tropez. No deberíamos aplaudir vínculos donde ser diferente se convierte en excusa para humillar o para ocultarte. Y mucho menos deberíamos romantizar que alguien te haga sentir una inclusión y no una elección.
Lo de Belinda dolió, pero también es una cachetada con glitter para todas. Una forma de decir: “Ya basta. No me van a hacer chiquita”.
Y sí, por eso estoy obsesionada. Porque detrás del pop hay una verdad incómoda: El clasismo en las relaciones sigue vivo. Y no importa si eres una estrella internacional o una chica cualquiera, el dolor es igual.
Gracias, Belinda, por escribir lo que muchas hemos sentido. Y por ponerle beat al desamor más elitista del siglo.
