Por Gigi Rodríguez
Hace unos días me topé con las declaraciones de Gigi Paris. Algo en su historia me tocó una fibra muy femenina… Y muy molesta.
Para quienes no siguieron el drama minuto a minuto en redes: Gigi Paris era la pareja de Glen Powell, actor protagonista de la comedia romántica “Anyone But You”, en la que compartió pantalla (y una química bastante comentada) con Sydney Sweeney. Durante la promoción de la película, los rumores de romance entre Glen y Sydney no solo estallaron; fueron alimentados desde la narrativa de marketing. Y mientras todos nos preguntábamos si era un caso más de “pareja ficticia con chispas reales”, la relación de Glen con Gigi se desmoronaba fuera del encuadre.
Gigi no fue solo una novia más. Fue su compañera por más de tres años, con quien hablaba de un “para siempre”. Y de pronto, recibió una llamada… Glen le pidió que no lo visitara en el set. Que no apareciera. Que no interfiriera con el plan, ni con la producción, ni con la estrategia. Ese fue el punto de quiebre.
Glen Powell, el galán que Hollywood nos estaba vendiendo, eligió el silencio. Eligió proteger el show en vez de a la mujer con la que compartía su vida. No desmintió los rumores. No alzó la voz. Y lo que para muchos fue solo una campaña bien armada, para Gigi fue el fin doloroso de algo real.
Y ahí está Sydney Sweeney, coprotagonista… Y también productora del filme. No fue la autora de la traición, pero sí una figura con poder dentro del proyecto. Y aunque no sabemos si ocurrió algo más entre ella y Glen, su silencio—elegante, profesional, pero silencio al fin—sirvió para que la historia vendiera. Aunque costara el corazón de otra mujer.
No se trata de buscar culpables donde no los hay. Sydney no le debía fidelidad a Gigi. Glen sí. Él fue quien rompió el vínculo. Él fue quien dejó que la ficción pesara más que la verdad. Él fue quien, teniendo todas las oportunidades para aclarar, prefirió el misterio rentable a la claridad digna.
Y para ti, que lees esto…
Si alguna vez te han hecho sentir invisible en una historia que tú también estabas escribiendo, recuerda esto:
No necesitas que te elijan públicamente para saber cuánto vales. No necesitas quedarte callada para que los demás estén cómodos. Y nunca, nunca, tienes que disculparte por pedir respeto.
Gigi se fue con el corazón roto, pero con la dignidad intacta. Y a veces, eso es lo más valiente que se puede hacer.
