Del acervo de mil 932 obras propiedad de los bancos que rescató hace 31 años el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), el gobierno de México apenas logró quedarse con menos de 10 piezas que actualmente resguardan museos del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) y la Secretaría de Educación Pública (SEP).
El resto de las obras fue malbaratada en subastas públicas. En 1994, el total de esa colección estaba cotizada en 79 millones de pesos, pero fue rematada en unos 11 millones, apenas 14 por ciento de su valor. Años después, especialistas calculan que la llamada colección Fobaproa valdría varios millones de dólares.
Cuando estalló el escándalo del rescate bancario que promovió Ernesto Zedillo fue un secreto a voces que algunos banqueros, antes de declararse en bancarrota, ocultaron sus obras de arte más valiosas para que éstas no formaran parte de sus activos a subastar. Se dice, incluso, que algunos se atrevieron a sacar del país piezas consideradas patrimonio nacional.
Lo cierto es que nadie ha vuelto a ver las obras de arte que se vendieron y que convocaron a un buen número de curiosos, más atraídos por el morbo de conocer las posesiones artísticas de banqueros como Carlos Cabal Peniche y Ángel Isidoro Rodríguez El Divino, que por apreciar el trabajo de algunos de los pintores más importantes del país, como reconoció el galerista Louis Morton.
En el mejor de los casos, una parte importante del patrimonio artístico de México, adquirido en un principio para adornar las oficinas e inmuebles de los banqueros beneficiados por el salinismo, se encuentra ahora en colecciones privadas, no obstante que muchas piezas fueron compradas con el dinero de los ahorradores.
De las 171 que se catalogaron como obras de arte importantes, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (hoy Secretaría de Cultura federal) logró quedarse con dos cuadros de José María Velasco (Vista de Guelatao, 1889, y Paisaje de Vallenfreda, 1861) que estaban en propiedad de Banco Unión, así como un medallón con relieve de Emmanuel Tolsá, realizado en 1799 en calamina con baño de oro de 24 quilates, destinados al Museo Nacional de Arte (Munal), mientras dos piezas de arte sacro del siglo XVIII se fueron al Museo Nacional del Virreinato.
Retrato de mujer (1934), de David Alfaro Siqueiros, valuada en 150 mil dólares en 2002, fue solicitada ese año en donación por la SEP. Esta obra, que fue parte del patrimonio de Banpaís, en 1999 fue depositada en el Munal debido a que el Fobaproa no contaba con las instalaciones necesarias y adecuadas, así como con el personal calificado para guardar, conservar y vigilar obras con valor artístico y comercial de relevancia. Asimismo, esto permitiría que las obras fueran exhibidas al público en general.
El Instituto Nacional de Bellas Artes decidió no negociar para que las obras que se consideraban importantes quedaran en custodia de sus museos porque no nos interesa la obra gráfica, sino la pintura original, argumentaron entonces las autoridades. Fue así que quedó en las bodegas del Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB) a la espera de ser vendida El hombre en rojo,litografía de la serie que Rufino Tamayo donó para la fundación de La Jornada, justo la número 100 de 100, y que había aparecido en las oficinas de Banco Unión.
Fuente: La Jornada
