Moisés Hernández Yoldi
Este domingo, el presidente Andrés Manuel López Obrador visitó por última vez el puerto de Veracruz en calidad de jefe del Ejecutivo, una ciudad cargada de simbolismo en su trayectoria política y en la historia de México. La ocasión fue la inauguración de la Casa Museo de Benito Juárez y el recinto cultural Leyes de Reforma, ubicados en el corazón del centro histórico.
Sin embargo, más allá de los actos oficiales, la visita de López Obrador fue un reflejo del país dividido que deja tras seis años en la presidencia.
Miles de veracruzanos acudieron al centro de la ciudad, algunos para despedir a quien consideran “el mejor presidente” de la historia reciente de México, otros para manifestar su descontento y oposición hacia su gobierno.
En las calles, simpatizantes vitoreaban con entusiasmo mientras sus detractores, entre ellos trabajadores del Poder Judicial que se oponen a las reformas impulsadas por Morena, gritaban consignas como “dictador”. En una sola jornada, quedó evidenciada una de las características más marcadas del sexenio de AMLO: la polarización.
El México Dividido: Simpatizantes vs. Detractores
La polarización política no es un fenómeno nuevo en México, pero con López Obrador ha alcanzado niveles sin precedentes. Desde su llegada a la presidencia en 2018, AMLO se ha erigido como una figura profundamente divisiva, capaz de inspirar tanto amor incondicional como rechazo feroz.
Para muchos, representa la esperanza de una transformación social y política; para otros, es un político que ha concentrado demasiado poder y ha dividido a la sociedad con su retórica incendiaria.
Carlos Bravo Regidor, analista político, ha señalado en múltiples ocasiones que “López Obrador se ha valido de la polarización como estrategia política”. En su artículo AMLO y el arte de polarizar, Bravo Regidor explica que el presidente ha hecho de la polarización una herramienta de gobernabilidad, presentándose como el defensor del pueblo frente a una élite corrupta.
Esta estrategia le ha permitido consolidar una base de apoyo fiel, que ve en él a un líder auténtico y combativo. Sin embargo, ha tenido el costo de fracturar la cohesión social, aumentando la confrontación y los desencuentros entre distintos sectores del país.
Las Dos Realidades de México
La despedida de López Obrador en Veracruz escenificó claramente estas dos realidades. Por un lado, los miles de simpatizantes que lo ven como el presidente que, finalmente, ha dado prioridad a los sectores históricamente marginados.
Estos seguidores destacan programas como “Sembrando Vida”, “Jóvenes Construyendo el Futuro” y las pensiones a adultos mayores como logros tangibles de la Cuarta Transformación, que han impactado directamente en la vida de millones de mexicanos.
Por otro lado, están sus detractores, que cuestionan su estilo de gobierno, señalando los riesgos que su concentración de poder representa para las instituciones democráticas del país. Analistas como Javier Tello, en su libro La Cuarta Decepción (2022), han advertido sobre la centralización del poder en el Ejecutivo, el debilitamiento de contrapesos institucionales y el ataque constante a medios de comunicación y organismos autónomos como el INE.
Tello sostiene que “AMLO ha gobernado con un enfoque polarizador, creando un ambiente en el que los críticos son estigmatizados como enemigos del pueblo, lo que ha deteriorado la vida democrática”.
Este fenómeno fue palpable en Veracruz: mientras los simpatizantes de López Obrador coreaban “¡Es un honor estar con Obrador!”, los trabajadores del Poder Judicial, afectados por la reforma recientemente aprobada que reduce su presupuesto, lanzaban consignas como “¡Dictador!”.
Esta escena es un microcosmos de la dualidad del México contemporáneo: una mitad que celebra lo que considera una reparación histórica a favor de los más necesitados, y otra que alerta sobre los riesgos de un gobierno que, a sus ojos, ha vulnerado principios democráticos fundamentales.
La Figura de AMLO: Un Ave de Tempestades
A lo largo de su sexenio, López Obrador se ha caracterizado por ser un político polarizante. Sus conferencias matutinas, conocidas como “las mañaneras”, han sido un espacio donde el presidente ha marcado la agenda política del país y ha lanzado ataques constantes a sus opositores: empresarios, periodistas, organizaciones de la sociedad civil, y jueces.
Este estilo confrontativo, que sus seguidores interpretan como un acto de valentía frente a los “privilegios del pasado”, ha sido objeto de críticas tanto dentro como fuera del país.
Blanca Heredia, politóloga, señala que “el fenómeno AMLO es un acto político inédito en la historia contemporánea de México, pues se ha apoyado en una retórica de confrontación directa con las élites económicas y políticas, a las que acusa de ser responsables del atraso del país”.
Heredia sostiene que, aunque esta estrategia ha funcionado para mantener su base movilizada, también ha generado una grieta profunda en el tejido social mexicano, que no será fácil de sanar en el corto plazo.
¿Hacia un Partido de Estado?
Con el paso de los años, los críticos de López Obrador han advertido sobre el riesgo de que Morena se convierta en un partido de Estado, similar al PRI en su momento de mayor poder. Las recientes reformas aprobadas por el Congreso, como la reducción de los fideicomisos del Poder Judicial, son vistas por algunos como un intento de controlar a los poderes que deberían funcionar como contrapesos.
Según Carlos Pérez Ricart, especialista en política mexicana, “AMLO no busca instaurar una dictadura, pero sí un modelo de democracia plebiscitaria donde el poder se centraliza en el Ejecutivo y se diluyen los contrapesos tradicionales”.
No obstante, hablar de dictadura, como algunos de sus críticos más severos han hecho, parece ser un despropósito. Es una afirmación que forma parte de una narrativa impulsada por la oposición y algunos sectores mediáticos que, al verse desplazados del poder, han optado por recurrir a comparaciones extremas.
Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México, ha comentado que aunque el gobierno de López Obrador ha mostrado una fuerte centralización del poder, México sigue siendo una democracia funcional con elecciones libres y mecanismos institucionales de cambio político.
Un Legado que Perdura
A medida que se acerca el final de su sexenio, López Obrador deja un país profundamente polarizado, pero también un legado político que difícilmente se desvanecerá pronto.
Su figura seguirá siendo dominante en la política mexicana, y la Cuarta Transformación, en palabras de Lorenzo Meyer, podría ser recordada como un “movimiento de masas” que desafió el modelo neoliberal y propuso una alternativa basada en la justicia social, la soberanía económica y la inclusión.
El futuro de México dependerá en gran medida de cómo la sucesora de López Obrador, Claudia Sheinbaum, continúe su proyecto político y gestione la herencia que deja un presidente que, como pocos en la historia reciente, ha sido capaz de movilizar tanto apoyo fervoroso como rechazo vehemente.
En Veracruz, en su último adiós, quedó claro que el legado de AMLO será motivo de debate por muchos años más.
