Edgard González Suárez
Las últimas dos semanas, hasta antes de la presentación de las primeras posiciones que aparecen del gabinete, la derecha noqueada, pero dando brincos y lloriqueos en todas las televisoras, estaciones de radio y periódicos, exhibió dos cosas, la ruptura de la línea política de la derecha, entre quienes asumían que la campaña había sido un fracaso, y quienes asumían que la derrota era causa de un malvado López Obrador que puso a los siervos de la nación a comprar 35 millones de votos en todo el país.
Por cierto, esta última línea discursiva fue la que predominó, aunque también fue la más criticada y descalificada desde dentro y fuera de esa oposición noqueada. Ante la eventual designación del gabinete, los opositores volvieron a reeditar sus viejos prejuicios, volvieron a sacar su libreta de fracasos para repetir e insistir en lo mismo: López Obrador se quiere quedar para siempre en la presidencia; AMLO será la sombra de Claudia; López Obrador vivirá junto al Palacio Nacional; AMLO pretende imponerle un gabinete a Claudia; López Obrador lo que quiere es imponer un Maximato.
Como fuere, la oposición se encargó de intentar incidir en la transición tratando de hacer ver a Claudia Sheinbaum, recién electa como presidenta de la República, como alguien totalmente sometida a los designios del “dictador”, una mujer sumisa ante el liderazgo popular de AMLO; una presidenta blandengue y sin carácter.
Por todas las estaciones de radio, a nado sincronizado, estuvieron bombardeando con esas imágenes discursivas.
Bueno, el colmo de las “patadas de ahogado”, qué desde la oposición brindaron al pueblo de México fue: López Obrador le impuso a un secretario de hacienda a la nueva presidente y, no podría faltar, el presidente, mandó al coordinador de la cámara de diputados a anunciar que sería en el mandato de López obrador -en el mes de septiembre- donde se definiría la reforma al poder judicial.
Las paginas de los medios electrónicos, radio y televisión, o sorpresa, moderaron sus ataques mordaces, para evitar confrontarse con la virtual presidenta del país, pero, sin embargo, abrieron espacios a la crítica. “Claudia no conduce la transición” “cuando López Obrador dice que se va, no hay que creerle, va a hacer lo contrario”.
En conjunto, subyacen a estas figuras retóricas el odio de la derecha al invencible López Obrador, manipulador, demagogo, delincuente electoral, misógino, y toda clase de epítetos y descalificativos clasistas y racistas. AMLO se va como vencedor, como un presidente que hizo lo que prometió, y que dejo en la bandeja muchos pendientes, pero un presidente que se retirará como el mejor valorado por su pueblo. Al mismo tiempo, subyace en esa campaña para tratar de romper el dueto más reconocido del país, la misoginia de la derecha, el miedo histórico de la derecha a la llegada de cuadros de la izquierda, el miedo de la derecha a ser víctima de una persecución política.
Código Magenta editorializó: Veremos a Alfonso Ramírez Cuellar, líder del Barzón como secretario de Gobernación; Otros azuzan a Martí Batres -claro, como una imposición de AMLO-, para colocarlo en esa posición.
Lo cierto es que después del anuncio de las primeras seis posiciones del gabinete, la derecha moralmente derrotada y políticamente extraviada, se volvió a quedar sin banderas, sin objetivos y con tremenda costura en la boca.
Vamos a esperar, saldrán otros seis secretarios, y de seguro, la derecha volverá a sacar sus libritos de la derrota para repetir las mismas tonterías y esperar que MORENA les pase por encima.
