Edgard González Suárez
El pasado 15 de junio se realizó un encuentro en la Ciudad de México, por demás significativo, por que es tan significativo el nacimiento de una nueva oferta política, de una organización o partido político, como su desaparición, su extinción o su muerte orgánica. Y en efecto, el sábado pasado asistimos al réquiem fúnebre del Partido de la Revolución Democrática, aquel proyecto político derivado del Frente Democrático Nacional, un movimiento nacional encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y miles de liderazgos, sindicales, estudiantiles, campesinos y populares, a nivel nacional, que llevaron a esa expresión política a desafiar el proyecto neoliberal que el PRI, encabezado por Carlos Salinas de Gortari, allá en 1988, y que llevó a cabo, a bombo y cuchillo.
Precisamente, un año después, de aquella batalla electoral entre la izquierda nacionalista y socialista en contra del neoliberalismo globalista, en 1989 se funda en la ciudad de México, con el registro del Partido Socialista Unificado de México, el PRD. Tuvo entre su declaración de principios lo siguiente:
“El Partido de la Revolución Democrática es el resultado de un quiebre de la estructura del antiguo régimen de partido de Estado, y de un resurgimiento democrático en la historia del México contemporáneo”.
No será radioescuchas que siendo plenamente conscientes de la tarea vil que estaban jugando a favor del PAN y del PRI, y de su modelo de “transición democrática”, es decir, de la gestión bipartidista del neoliberalismo, ahí empezó a desmoronarse el PRD. Desde su fundación, y dada la divergencia de métodos, los principales cuadros de aquellos años renunciaron: José Woldenberg renunció al PRD en 1991; Gilberto Rincón Gallardo en 1995; Porfirio Muñoz Ledo en 2000; Ricardo Pascoe en 2003; Rosario Robles en 2004; Ricardo Monreal en 2008; López Obrador renunció en 2012; Ifigenia Martínez en 2012; Cuauhtémoc Cárdenas 2014; Alejandro Encinas 2015; Pablo Gómez en 2017; Amalia García en 2018.
El documento del PRD dice que “es la síntesis de la diversidad de las izquierdas, por lo que desde nuestra fundación nos hemos asumido como un movimiento unificador de todas las fuerzas sociales y políticas, locales, regionales y nacionales, que se identifican con los principios socialdemócratas para desplegar la lucha política en favor de la transición democrática y la conformación de un régimen democrático con justicia social”.
A mi me parece, que desde su fundación sufrió las sangrías de sus cuadros más destacados, por diversidad de enfoques acerca de como enfrentar al régimen; Pablo Gómez de plano dijo que en su renuncia pública que el PRD se había convertido en una central de negocios, una renuncia, por demás, virulenta, vaticinó la desaparición del partido al aceptar este la alianza con Ricardo Anaya.
“No se la dirijo a los sedicentes dirigentes del PRD porque, además de traidores, son ilegales: han violado el Estatuto y toda norma elemental de comportamiento democrático…al aceptar el Frente Ciudadano, la alianza del PRD con el PAN en los hechos apoya a un “candidato enemigo de la izquierda”…”Mi retiro del PRD es una consecuencia del fracaso de una lucha que muchos dimos en diferentes momentos para mantener a ese partido en las filas de las izquierdas. No fue posible. Ha prevalecido el oportunismo y la corrupción”.
En otro de sus principios declara el documento del PRD: “pugnamos por una nueva generación de actores, prácticas y luchas democráticas para generar cambios profundos y construir con urgencia un proyecto de sociedad alternativo. Ante el fracaso de un modelo que sólo reproduce pobreza, opresión, injusticia y violencia, refrendamos nuestro espíritu revolucionario con unidad y la fuerza de nuestros valores democráticos”.
Ni se renovaron, ni formaron cuadros, ni se enfrentaron al neoliberalismo, al contrario, se aliaron a ellos, de ahí surgió la figura PRI-PAN -PRD, los dos partidos de la derecha neoliberal sumando a su proyecto al PRD. De ahí nace también el Pacto por México, y ahí se viene en bajada y sin frenos el fracaso y el derrumbe del Partido de la Revolución Democrática.
La dirigencia política, representada por los “chuchos” desde 2008, Traicionaron casi todos los documentos básicos, decidieron negociar con Calderón, y a cambio de millones de pesos, Jesús Ortega y Jesús Zambrano se hicieron del partido traicionando a López Obrador, quien después del fraude del 2006, lo dejaron solo, en el plantón de reforma, y asumieron una negociación directa con Felipe Calderón para impulsar las reformas constitucionales que a Acción Nacional le interesaban.
Dice el famoso documento: “Luchamos contra el oportunismo político, el pragmatismo y la política como mercancía; nos comprometemos con la formación teórica y la integración con la ciudadanía, para no simular ni alejarnos de sus causas y mandatos. Las y los perredistas rechazamos el conservadurismo, por ello, la socialdemocracia que proponemos debe ser gradual en sus pasos y radical en sus metas, dando a este último objetivo el máximo valor ético y político”.
Todo tirado por la borda, la ambición, el dinero, el cochupo con la derecha panista y priista, llevó al PRD al abismo, al desprestigio, al abandono. No solo de desinfló, se vació de cuadros, militantes y entusiasmo social.
adiós al PRD.
