Gladys de L. Pérez Maldonado.
En esta época del año, los recuerdos de mi niñez se reflejan en mi mente con una sonrisa, que tiempos aquellos en donde mi única obligación era jugar, estudiar, ayudar en las labores diarias en casa y ser acompañante de mi mamá y mis abuelos, lo cual disfrutaba enormemente, mi infancia la viví con alegría, seguridad y mucho amor de los adultos que me rodeaban, nunca fui discriminada o tratada con violencia, no tuve que trabajar, año con año tenía un gran festejo con motivo de mi cumpleaños, en Navidad y Día de Reyes recibía regalos de aquellos seres imaginarios que siempre eran dadivosos conmigo por haber llevado buen comportamiento los meses anteriores.
Dirán que nunca recibí medidas correctivas, ¡claro que sí! Fui castigada y corregida en mi conducta, pero nunca hubo nada que lastimara mi dignidad y mi integridad como persona.
Esa es mi realidad, fui una niña afortunada, en aquel momento no me imaginaba un escenario distinto para alguien de mi edad…¡Bendita inocencia!.
La infancia es mucho más que la época que transcurre antes de que la persona sea considerada un adulto, implica un espacio delimitado y seguro, separado de la edad adulta, en el cual las niñas y los niños deben crecer, jugar, aprender y desarrollarse.
Conceptualizar en papel la etapa de la niñez es sencillo, es como abrir un cuento de hadas e imaginar una vida de colores, en donde todos los pequeños ríen, juegan, son amados, tienen derechos, se desarrollan en libertad, igualdad y seguridad, sin embargo, la realidad es otra.
Millones de niñas y niños en el mundo viven desprotegidos, son las personas más vulneradas por la sociedad sujetas de violencia física y sexual, orfandad, son presas de la delincuencia, discriminación, carecen de un techo seguro en donde vivir, sufren, lloran y suplican por un alimento caliente al día.
Cuántos recién nacidos son abandonados a su suerte por diversos motivos y crecen al amparo de un refugio de infantes y si corren con suerte son dados en adopción segura a una familia deseosa de dar amor, de otra manera, cuando cumplen cierta edad y con un oficio aprendido para valerse en la vida, salen a la calle a enfrentarse a un mundo desconocido.
No podemos dejar de mencionar aquellas niñas y niños que nacen o son llevados a un Centro de Reinserción Social con sus madres y que a una edad temprana deben ser separados de ellas por no ser un lugar apto para crecer y vivir su infancia y en la mayoría de los casos tampoco tienen una familia que los reciba y les dé un hogar seguro.
En México alrededor de 94 mil 795 niñas y niños se encuentran en condición de calle, viven de la mendicidad, de pedir limosna, vender chicles, limpiar parabrisas, cargar diablitos en la central de abastos o bolsas en el mercado. Estos menores se enfrentan a la explotación laboral y sexual, trata, prostitución, discriminación, sufren constantes atropellamientos vehiculares, por lo regular consumen drogas o están involucrados en el tráfico y venta; en el caso de las niñas enfrentan embarazos no deseados, toda clase de enfermedades de transmisión sexual, y lo peor es que no tienen acceso a los servicios de salud y menos aún a los anticonceptivos.
Según informes del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), existen 100 millones de niñas y niños abandonados en todo el mundo, de los cuales 40 millones pertenecen a América Latina. Con edades que oscilan entre los 10 y 14 años, son condenados a intentar sobrevivir en el único “hogar” que tienen disponible, esto es, las calles de su ciudad.
Datos del Censo de Población y Vivienda 2020 realizado por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) indican que en México residen 31.8 millones de niñas y niños de 0 a 14 años de edad, que en términos relativos representan 25.3 % de la población total.
El 5.4 % de las niñas y niños de 3 a 14 años hablan alguna lengua indígena y 1.7 % de los menores de 15 años son afromexicanos o afrodescendientes.
El 87.9 % de las niñas y los niños en el país disponen de drenaje, energía eléctrica, agua entubada y piso firme en sus viviendas; este porcentaje es menor en el caso de las niñas y niños en cuyos hogares se habla alguna lengua indígena (61.0 %).
El matrimonio y el trabajo infantil aumentaron en 2020 respecto de 2010 en el país. Actualmente, 6 de cada mil niñas de 12 a 14 años se han unido o casado, y 122 de cada mil niños y niñas trabajan.
Esta reflexión semanal de Alguien como tú nos invita a ser empáticos/as con las niñas y los niños de nuestro país, que viven alejados de la realidad de nuestra infancia y cercanos a los datos duros.
Desde nuestras trincheras este mes de la infancia, debemos visibilizar la situación real que enfrentan las niñas y los niños mexicanos, y así, alcanzar que los órganos de gobierno de manera conjunta con la sociedad civil implementemos programas sociales encaminados a mejorar el nivel de vida de este grupo de atención prioritaria.