Edgard González Suárez
En 2006, a raíz de los comicios de ese año, en España apareció un sorpresivo partido político en Cataluña, allí defendía la integración o permanencia de Cataluña en la unidad española, al Rey, al ciudadano medio, la libertad económica, la propiedad privada y la vigilada intromisión del estado en asuntos económicos, su lema: Sólo nos importan las personas, su nombre: Ciudadanos, con emblemas en color naranja, también, por cierto.
Diez años después en las elecciones de 2015, Albert Rivera, su presidente, se presentó a las elecciones generales y alcanzo la cifra de 3, 500,000 de votos y ganó, para su causa 40 diputados, lo que convirtió a Ciudadanos en una oferta política fresca, creíble y con amplio apoyo social. Derivado de esas elecciones, Ciudadanos, es decir, Albert Rivera y el PSOE, es decir, Pedro Sánchez, no logran acuerdos para impulsar la embestidura de Sánchez y el partido Ciudadanos hace un viraje para apoyar la embestidura de Mariano Rajoy –representante de la derecha española y del PP- y queda aliado, en esa legislatura a la derecha tradicional.
Para uno el proyecto político naranja llamado Ciudadanos, ahí marco su rapidísimo e incontenible final. Para otros, fue la llamada foto de Colón, donde se desgrano ese proyecto político.
En las elecciones de 2018, teniendo como referente opositor al partido PODEMOS de pablo Iglesias, llegan a convertirse en la primera fuerza política opositora, de nueva creación, juvenil, proveniente de las luchas contra el nacionalismo catalán e intentando detener la alianza progresista entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Sin embargo, solo un año después, en la llamada foto de Colón, donde aparecen en el monumento a Cristóbal Colon en Madrid, encabezando una manifestación: Albert Rivera –ciudadanos-, Pablo Casado -Partido Popular-, y Santiago Abascal –Vox-, el primero en caer fue Albert Rivera, quien perdió el 80% del electorado y dejo a Ciudadanos con solo 10 diputados en el parlamento, el que le siguió fue Pablo Casado, quien sin poder derrotar a Pedro Sánchez, en el voto de censura, de octubre de 2020, promovido por el PP, Vox y Ciudadanos, fue prácticamente depuesto por las fuerzas empresariales que dominan ese partido.
El partido naranja español, apareció con fuerza, dinamismo, proyecto y calidad en el combate parlamentario, se dijo independiente de las fuerzas tradicionales, se dijo dispuesto a pactar con el PSOE si eliminaba a PODEMOS del gobierno, intentó negociar con fuerza con el Partido Popular para tratar de excluir a VOX de la alianza de la derecha.
Finalmente, los convencieron de que la única manera de vencer a la alianza PSOE-PODEMOS era formar un bloque opositor con los partidos tradicionales y en las primeras elecciones generales, los únicos que sobrevivieron fueron la alianza PSEO-PODEMOS y la Alianza –no declarada- PP-VOX. El partido fresco, juvenil, atractivo en la ciudadanía, promesa de la nueva política en España, en un instante prácticamente desapareció. En las elecciones recientes de hace un mes, Ciudadano (s) ni siquiera se presentaron a las elecciones.
¿Y a qué viene toda esta historia?, pues ojalá no sea la historia del Partido Movimiento ciudadano de México, quien elección tras elección viene jugando sólo, sin alianzas, con candidatos propios, unos de muy buena calidad, otros verdaderos candidatos de la farándula que solo atraen votos, pero no votantes.
La historia, desde luego, no tiene por qué, ser la misma, pero lo que se puede leer en la experiencia española es que la población se encuentra dividida, en dos grandes bloques, ya conocidos, bien identificados, y polarizados. Y que la única perspectiva de triunfo y sobrevivencia es jugársela sólo, independiente, sin alianzas, intentando meterse en medio de esa polarización y tratando de avanzar, poco a poco, hasta convertirse en una fuerza política de mayor peso y de respeto parlamentario. Tratar de llamar a su causa a quienes no simpatizan ni con la alianza de derecha, ni con la de izquierda.
No se equivoca Dante Delgado al decir que los partidos tradicionales (PAN-PRI-PRD) representan una época, representan una forma de gestionar el gobierno y el estado, representan, para millones de mexicanos lo que no quieren que regrese, que vuelvan a gobernar. Por ello, ve que irse a meter a las faldas de Claudio X. González y de Salinas, sería la peor decisión que podría tomar en su vida política. Si Movimiento Ciudadano acaba bajo designios de la Alianza por México, la desaparición de ese proyecto es casi seguro. Por ello, Dante, quien también sabe aritmética, apuesta a ganar por si solo más de 30 diputaciones federales, actualmente tiene 10, y aunque bajaría su porcentaje de plurinominales, quiere alcanzar como mínimo los 40 diputados federales, y ganar por lo menos Campeche.
Dante se la va a jugar sólo, la alianza opositora lo necesita por imagen, pero lo desprecia por insignificante. Pero Dante, sabe muy bien que “mejor sólo que mal acompañado”, y con esos compañeros, ya dijo, ni a la esquina.