Donald Trump está decidido a regresar a la Casa Blanca de cualquier manera. Incluso haciendo campaña en el medio de los numerosos juicios que tiene pendientes y en los que tendrá que presentarse. Dos veces sometido a procesos de destitución y ahora dos veces detenido y acusado, Donald Trump se enfrenta a graves cargos en Nueva York y Florida por una trama de sobornos durante las elecciones de 2016 y por su presunto manejo indebido de documentos clasificados. Simultáneamente, tiene un veredicto que lo declaró responsable de abuso sexual y difamación contra la escritora E Jean Carroll. Además, Trump ya fue notificado de que puede ser acusado de otros delitos en Georgia y Washington DC. que incluyen la “conspiración para defraudar al estado y obstruir la justicia”. Podría llegar a la Casa Blanca con varias penas de cárcel en su contra. En su círculo íntimo aseguran que nada de esto le impedirá gobernar: lo primero que puede hacer es autoindultarse, aseguran.
Trump tendrá que presentarse personalmente, al menos, en los juicios de la justicia “criminal” e intentará convertirlos en “grandes circos de la prensa”. Su aparición ante juzgados de las grandes ciudades, en el medio de la campaña, seguramente atraerá multitudes de sus seguidores. Los trumpistas están convencidos de que todos los cargos que pesan en su contra son apenas “lawfare”, maniobras de sus enemigos, para perjudicarlo en su ascenso político.
Uno de los pilares de la democracia estadounidense es la de mantener la independencia de la política y la justicia. Jamás mezclarlas. Pero Trump desafía nuevamente los límites republicanos para buscar situaciones que le favorezcan políticamente. El multimillonario neoyorquino basó en estos oscuros límites toda su carrera como empresario y como político. Llegó a la Casa Blanca en 2017 denunciando los supuestos abusos del poder que entonces había logrado y se fue en 2021 llamando a sus seguidores a asaltar el Capitolio para poder permanecer en el poder a toda costa. Ahora, vuelve a utilizar el sistema a su favor degradando los procesos judiciales en su contra a meros actos de campaña. Algo que coloca en una trampa –y a la vez en una enorme desventaja- tanto a sus rivales en la interna republicana como a sus oponentes demócratas.
Trump se enfrentará a un juicio en Nueva York por acusaciones de fraude civil, en octubre. Otro, por difamación planteado por la escritora E. Jean Carroll que se iniciará en la misma ciudad el 15 de enero, el mismo día de las primarias en Iowa. El 29 de enero comienza también en los tribunales de Manhattan un proceso en el que se acusa a Trump, a su empresa y a tres de sus hijos de “utilizar el nombre de la familia para incitar a personas vulnerables a invertir en negocios ficticios”. Estos son todos juicios del fuero civil a los que Trump podría optar por no asistir personalmente hasta el día del veredicto, aunque tendría que atender algunos procesos si lo requiere el juez.
Ya evitó estar presente durante las audiencias por la anterior demanda de Jean Carroll en la que el jurado lo encontró culpable de abuso sexual. Pero tiene la obligación de presentarse en un caso penal en el que se lo acusa de “haber falsificado registros comerciales como parte del encubrimiento de un escándalo sexual” poco antes de las elecciones de 2016. La fecha de apertura de ese juicio, que probablemente durará varias semanas, es a mediados de marzo, apenas unos días después del denominado “Supermartes”, que esta vez cae el 5 de marzo, cuando más de una docena de estados votan en las primarias.
Fuente: Infobae