Juan José Rodríguez Prats
El político ideal no existe. El político es un hombre real.
Carlos Hank González
Medité largo tiempo escribir este artículo. Lo hago, no tan sólo por lealtad y gratitud, sino en cumplimiento de un deber para con la historia de la Ciudad de México.
Lo más frecuente es leer o escuchar pestes del “antiguo régimen”, que duró 87 años si contamos desde la promulgación de la Constitución de 1917 hasta el año 2000, cuando se dio la alternancia de partidos en la Presidencia de la República. De ese sistema provenimos casi todos los políticos de hoy en día.
Octavio Paz escribió algo que es pertinente repetir. Cito de memoria: Si el PRI permite y propicia el tránsito a la democracia, se habrá salvado del veredicto de la historia. Eso se realizó, pero también hubo otros elementos que explican el largo trayecto de estabilidad y gobernabilidad de esa etapa. Relato un hecho que me tocó vivir, disculpándome por mi protagonismo.
Fui subdelegado de la delegación Cuauhtémoc, a cargo de la negociación con los afectados por los ejes viales (implicó adquirir 518 predios y reubicar a 2,898 inquilinos). Con el invaluable apoyo de mi entrañable amigo y paisano Manuel Gurría Ordóñez, fui ascendido a titular de la delegación Venustiano Carranza, lo cual me permitió conocer la zona de La Merced (ubicada en ambas demarcaciones) y su complejidad.
Hace algunos días se celebró el 40 aniversario de la Central de Abasto. Transcribo lo relatado en las memorias del profesor Hank, dictadas al periodista e historiador Fernando Benítez (Relato de una vida, Ed. Océano):
El licenciado Patrocinio González Blanco, encargado de la obra, había dejado la dirección de Codeur por haber sido nominado como candidato a senador por su estado (Chiapas). Entonces le pedí a Juan José Rodríguez Prats (…) que dirigiera Codeur (…) tuvimos una reunión en donde parecía evidente que no era posible concluir la obra según los planes originales (…) de no terminarla, la Central de Abasto se habría convertido “en un elefante blanco”, en un monumento a la tontería de un regente (…) preocupado, les dije a mis colaboradores, a los técnicos y a las constructoras: Vamos a hacer el último intento. Estudiaremos qué se puede hacer y qué no se puede hacer; y entonces tomaremos una decisión. Rodríguez Prats afirmó: “En mi opinión, se puede terminar la Central”. Si es así, adelante. (pp. 326-327).
Enfrentábamos tres problemas. Por la inflación de esos años, los recursos no alcanzaban. Con el apoyo invaluable de José Ángel Gurría (director de Deuda de la Secretaría de Hacienda) se nos otorgó el primer crédito por la banca nacionalizada. El segundo lo planteó Pedro Sains, experto en centrales: el traslado del mercado a la central tenía que hacerse en su totalidad y en un día. La experiencia demostraba que una central no se puede hacer funcionar en etapas. Guillermo Guerrero Villalobos, secretario general de Obras y Servicios del DDF, asumió con todo el gobierno de la ciudad y con el apoyo del consorcio CEDA, integrado por las empresas dirigidas por Víctor Gamba, Gonzalo Gout, Antonio Gutiérrez Prieto, Alberto Franco y Víctor Cravioto, se aceleró su construcción.
Sabíamos que no la íbamos a concluir, pero teníamos que dejarla en condiciones de funcionar. El proyecto de Abraham Zabludovsky correspondía a las necesidades de abasto de la Ciudad de México y la sustentación jurídica la elaboró Cuauhtémoc López Sánchez.
Había un tercer problema: la oposición del grupo de bodegueros disidentes que amenazaban con obstruir el traslado. Lo describe Jacobo Zabludovsky:
Uno de los acontecimientos más importantes de la ciudad fue el traslado del mayoreo de La Merced a la Central de Abasto. El mercado de La Merced parecía inamovible, había una serie de intereses creados de antiguos vicios enfrentados mediante la negociación. Si no se hubiera trasladado ese mercado, hoy el centro de nuestra capital sería inhabitable por las ratas –de dos y cuatro patas–, la mugre, el tránsito de los camiones y los tráileres.
Continuará…
