“Querido vecino nuevo del 657 Boulevard, permítame darle la bienvenida al barrio”. Este fue el saludo engañosamente cálido que cambió para siempre la vida de una familia y que ha inspirado Vigilante, la última incursión en el género true crime por parte de Netflix.
En junio de 2014, Derek y Maria Broaddus recibieron una carta amenazadora a los pocos días de cerrar la compra por valor de 1,3 millones de euros de su casa de ensueño en Westfield, Nueva Jersey, a unas pocas manzanas de donde Maria se crio. La carta planteaba la pregunta “¿Sabes lo que hay entre las paredes del 657 Boulevard?”, con la siguiente advertencia: “No querrás hacer infeliz al 657 de la calle Boulevard”. La firmaba un tal “Vigilante” y en ella no figuraba remitente. Una carta posterior identificaba correctamente los nombres de los hijos de los Broaddus, preguntando por “la sangre joven que pedí”.
Los detalles de esta inquietante historia salieron a la luz en un reportaje de 2018 para la revista New York obra de Reeves Wiedeman y han servido de inspiración para una nueva serie de Netflix creada por Ryan Murphy e Ian Brennan. Bobby Cannavale y Naomi Watts la protagonizan encarnando a Dean y Nora Brannock, representantes en pantalla de los Broaddus de la vida real. Esto es todo lo que necesitas saber sobre el misterio aún no resuelto de Vigilante, incluyendo lo que ha sucedido con el 657 Boulevard desde la llegada de las primeras cartas.
La primera carta relatada por Wiedeman sacaba a colación tanto los lazos históricos del Vigilante con la propiedad como su interés por su futuro. “El 657 de Boulevard ha sido responsabilidad de mi familia durante décadas y, ahora que se acerca su 110º cumpleaños se me ha encargado la vigilancia y la recepción de su segunda llegada”, rezaba. “Mi abuelo vigiló la casa en los años 20 y mi padre en los 60. Ahora me toca a mí. ¿Conocéis la historia de la casa? ¿Sabéis lo que hay entre las paredes del 657 del Bulevar? ¿Por qué estáis aquí? Lo averiguaré”.
Las cartas parecían sugerir, según Wiedeman, que el Vigilante vivía cerca. Fue él mismo quien informó de que un detective de la localidad ya había instado a los Broaddus a no alertar a los vecinos, pues todos eran posibles sospechosos.
Al parecer, los Broaddus se reunieron con aquel detective después de enviarles un correo electrónico a John y Andrea Woods, los anteriores residentes de la casa, para preguntarles si habían recibido alguna carta. Andrea respondió explicando que unos días antes de mudarse recibieron una carta “extraña” que hacía alusión de manera similar a la historia de la familia del Vigilante con la casa, pero no le dieron importancia y consideraron que no volvería a repetirse. “Desde luego, jamás nos hemos sentido ‘vigilados'”, dijo, afirmando que rara vez cerraban las puertas. Según Wiedeman, un año después de la compra del 657 Boulevard, los Broaddus presentaron una denuncia contra los Woods por no haber revelado la existencia de la carta en el momento de la compra. La demanda fue posteriormente desestimada por un juez, y los Woods declinaron hacer declaraciones al respecto en el reportaje publicado en 2018.
La familia Broaddus recibió otra carta dos años y medio después de la primera, al parecer el mismo día en que prestaron declaración por su demanda contra los Woods. Estaba dirigida “Al vil y rencoroso Derek y a la zorra de su mujer, Maria”, y su contenido era el siguiente: “657 Boulevard ha sobrevivido a vuestro intento de asalto y se ha mantenido fuerte gracias a su ejército de partidarios haciendo barricada en sus puertas. Mis soldados de Boulevard siguieron mis órdenes al pie de la letra. Cumplieron con su misión y salvaron el alma del 657 Boulevard gracias a mis órdenes. ¡¡¡Que viva el Vigilante!!!”¿Quiénes se barajaron como sospechosos?
Los posibles culpables se han contado por docenas a lo largo de los años. Tal y como informó en su día Wiedeman, el propio matrimonio Broaddus contrató a un investigador privado y a dos exagentes del FBI para que se hiciesen cargo del asunto cuando la policía se estancó. Robert Lenehan, uno de los exagentes, determinó que el Vigilante era una persona mayor gracias a sus expresiones anticuadas hacia los sres. Broaddus y a los dobles espacios entre frases. Al parecer, las cartas habían sido clasificadas en Kearny, el centro de distribución del Servicio Postal situado al norte de Nueva Jersey, lo que redujo sensiblemente la búsqueda.
Como es natural, la búsqueda generó sospechas en cada uno de los rincones del vecindario de Westfield que rodeaban el 657 de Boulevard. Se interrogó a Michael Langford, que había vivido justo al lado con su madre y varios de sus hermanos adultos desde los años 60, justo cuando el padre del Vigilante había empezado a vigilar la propiedad, según las cartas. “Mi familia se mudó al Boulevard en 1961 y nunca causamos un solo problema a nadie”, dijo Sandy Langford, uno de los hermanos, a Wiedeman. “Este tío recibe todas esas cartas y de repente la gente empieza a señalar con el dedo”. Los Langford nunca fueron acusados formalmente.
La semana pasada, Wiedeman informaba de las últimas novedades sobre el caso en la revista New York, añadiendo que Robert Kaplow, autor de Me and Orson Welles, se había barajado como posible sospechoso después de que manifestase su interés hacia cierta propiedad de la localidad a sus estudiantes en Summit High School, un instituto situado cerca de la vivienda en el que él trabajaba como profesor de lengua inglesa. “Tuvo la idea de empezar a escribir cartas a la casa, no a sus ocupantes sino a la propia casa”, contó un antiguo estudiante al periodista. Según Wiedeman, Kaplow se jubiló justo el mismo mes en que comenzaron a llegar las cartas a 657 Boulevard, y el hermano de Kaplow, Richard, era el abogado que representaba a la familia Woods en la demanda que interpusieron los Broaddus contra ellos. Por muy sugerente que fuese su teoría, Robert le dijo a Wiedeman que “aquí no hay nada que ver” y que su nada amenazadora correspondencia había sido enviada a otro domicilio en Westfield.
Según Wiedeman, se tomaron muchas otras medidas para avanzar en la investigación, como realizar entrevistas a los empleados del Servicio Postal, instalar cámaras en la oficina de correos local y en la biblioteca local, desde donde se podrían haber escrito las cartas. Al parecer, Derek incluso se planteó contratar a alguien para que piratease las redes Wi-Fi del barrio, una idea que descartó por ser demasiado costosa, además de aparentemente ilegal. Nunca se halló ninguna prueba sólida.¿Se acusó a los Broaddus de orquestarlo todo?
Cuando las pistas dejaron de llegar y las cartas se hicieron públicas, los propios Broaddus fueron los señalados. Pero ningún rastro de ADN o cualquier otro tipo de prueba ha podido relacionarlos con las cartas. “Se tiende a decir aquello de ‘yo llevo 35 años viviendo aquí y nunca me ha pasado nada”, declaró Derek en 2018. “Lo que le sucedió a mi familia es una afrenta para la idea de que están a salvo, de que las enfermedades mentales no existen en el seno de su comunidad. La gente no quiere creer que esto pueda pasarle a uno en Westfield”.
Derek tampoco se hizo ningún favor enviando sus propias cartas crípticas propias a algunos de los vecinos más públicamente críticos para con su familia en la víspera de Navidad de 2017, como admitió al año siguiente a Wiedeman. La nota, firmada como “Amigos de la familia Broaddus”, incluía “varias historias sobre actos recientes de terrorismo doméstico en los que los signos de la enfermedad mental del responsable habían pasado desapercibidos”, según el artículo. “Es como un cáncer”, dijo Derek a Wiedeman refiriéndose al caso mientras afirmaba que aquellas fueron las únicas cartas anónimas que había escrito. “Pensamos en ello a diario”, reconocía.
Fuente: Vanity Fair
