Por: Edgard González Suárez
Esta semana se espera, una vez pasada la euforia de las fiestas patrias, que el tema de la Guardia Nacional se retome en el senado, una vez que la Cámara de Diputados decidió aprobarla por mayoría y enviarla a la cámara de senadores para su analisis y resolución definitiva.
Me llama mucho la atención la ofensiva del bloque opositor en contra de Alejandro Moreno Cardenas, presidente nacional del PRI, a quien le ha caído una andanada de epítetos desde varios lugares de la tribuna, y que en esencia lo responsabilizan de haber “ayudado” a Lopez Obrador a pasar en la camara baja la propuesta sobre la Guardia Nacional, y en los hechos, haber fracturado a la “Alianza Va por México”, pero sobre todo, haber humillado y traicionado a los promotores y opositores que siempre lo habían ponderado dentro esa alianza electoral.
Ahora desde el Financiero, Milenio, Universal, y otros tantos, Alito Moreno es menos que un monstruo y un esquirol que no solo vendió a la Alianza Opositora sino que lo hizo, casi exclusivamente, para defender su pellejo y no verse perseguido por la justicia, o incluso pasar una buena temporada tras las rejas.
¿En serio, los sesudos analistas del bloque empresarial consideran que “Alito” movió a todos los diputados del PRI sólo y exclusivamente sólo para pactar una suerte de impunidad judicial?
Lo que yo sé es que se pudiera estar dando otro juego mucho más amplio, más estratégico y sobre todo de carácter nacional e internacional. La jugada intenta evitar que el PRI se derrumbre y acabe, no solo reducido en sus porcentajes electorales, sino sobre todo arrinconado y de cabúz del Partido Acción Nacional de cara a la elección Presidencial.
El PRI se sumó a la “Alianza Va por Mexico” orquestada por Claudio X. González, y donde “Alito” jugó un papel protagónico al enderazar el discurso en contra de varias politicas del Obradorismo, pero sobre todo, en contra de la política enérgetica de este gobierno. Poniéndose al servicio, incluso de la embajada norteamericana.
Dichos movimientos generaron no solo la tensión sino la radicalización del Obradorismo y éste acentúo sus diferencias con el TMEC y sus contactos y compromisos con lideres de zonas y esferas fuera de la influencia americana. Las secuelas de la guerra en Ucranía y las evidentes diferencias en la llamada Unión Europea parecen no tener a los EEUU en su mejor momento estratégico, incluso, algunos predicen, fuertes pérdidas de poder e influencia en el mundo por parte del Gobierno Norteamericano.
El resquebrajamiento del bloque opositor no solo fue obra de “Alito”, sino de tres factores que se combinaron: 1. circunstancias geopolíticas adversas para los demócratas americanos, que impiden por ahora, testerear aún más el panorama internacional, y sobre todo, el subcontinente americano y, que decidieron darle un voto de confianza al régimen de López Obrador para consolidar a la Guardia Nacional; 2. la inoperancia, nula capacidad politica y operativa del Gallo Claudio y su corral electoral y mediático, quienes fueron dejados colgados de la brocha, abandonados a su suerte y sin gas, en el último tramo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador; y 3. Un PRI que esta siendo acicateado desde arriba y desde abajo para fortalecerse de manera territorial y reiniciar un nuevo ciclo político, pactando con quien tiene y tendrá el poder, no con quienes, no sólo no lo tienen, sino tardarán unos años más en crecer y quizá consolidarse.
La pieza clave en estos tres actos le favoreció a “Alito”, quien es y seguirá siendo un rufian de callejón, pero que, hábil y jabonoso, como lo es, decidió jugarse esa carta (la de la Guardia Nacional), garantizando su permanencia al frente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, dejando en las manos del PAN su desafuero, y haciendo estallar el proyecto desestabilizador del PAN y del PRD.
Lo quieren linchar, pero “Alito” movió ficha, pero por ahora debe apuntalar al regimen, y en medio de la crisis, sacar la mayor ventaja posible, para él y su partido.
