Hace apenas unas semanas, a menos de la mitad de su administración, Joe Biden fue declarado un “difunto viviente” y “enterrado” prematuramente en el panteón de los presidentes de un solo mandato.
Pero a ocho semanas de las elecciones del 8 de noviembre, experimenta a sus 79 años una sorpresiva resurrección política, con una gira de la victoria de costa a costa para promover sus triunfos legislativos y un alza sostenida de su popularidad, todo lo cual revivió las esperanzas de los demócratas de retener el control de la Cámara de Representantes y del Senado.
Después de su más reciente diagnostico de covid-19 el mes pasado, cuando registraba un índice de aprobación de menos de 40 por ciento y una espiral inflacionaria incontenible, Biden lucía tan debilitado políticamente que los mandarines demócratas empezaron a especular sobre quién debía sustituirlo para ondear el estandarte del partido en las elecciones presidenciales del 2024.
Pero en el lapso de solo unas semanas, Biden recuperó su “mojo”. El ex senador por Delaware desplegó hábilmente sus décadas de experiencia en el Senado, pudo unir a su fracturada bancada legislativa y logró la aprobación de la Ley de Reducción Inflacionaria, la mayor inversión de la historia contra el cambio climático y que cimenta las bases de la transición del país hacia una economía “verde”.
Más aún: Su popularidad ha ido en ascenso desde agosto y ronda 42 por ciento en la mayoría de encuestas; finalmente pudo contener la inflación y vio disminuir el precio de las gasolinas a menos de 4 dólares por galón, además de aprobar otras legislaciones, en ocasiones solo con el voto demócrata y en otras se anotó el éxito de convencer a los republicanos moderados.
“En este momento ya veo a Biden como la opción más viable”, dice el veterano organizador político Ben Monterroso. “Del lado republicano no veo ninguna alternativa viable, ni a Donald Trump”. Ciertamente una de las más recientes encuestas muestra al actual presidente seis puntos por encima de su antecesor si las elecciones tuvieran lugar en este momento.
Aunque Biden es el presidente más viejo en la historia del país y ha sido criticado por su talante desanimado, su racha de éxitos lo mostró radiante y energético cuando dio un mensaje desde Independence Hall en Filadelfia, flanqueado por dos infantes de Marina, donde acusó a Trump y a sus seguidores más radicales (los republicanos MAGA) de ser una amenaza para la democracia.
“Donald Trump y los republicanos de MAGA representan un extremismo que amenaza los cimientos mismos de nuestra república”, dijo en su mensaje televisado.
MAGA es el acrónimo del lema electoral de Trump “Make America Great Again” (“hagamos grande a Estados Unidos otra vez”, en inglés).
Para sus partidarios, el discurso marcó el regreso político de Biden. Al fin había reencontrado su voz combativa y articulado un himno de batalla para movilizar a los demócratas, y al país, alrededor de tu tema claro: los republicanos de Trump representan un retroceso que amenaza nuestros derechos y nuestras libertades.
En contraparte, los republicanos fustigaron a Biden por usar a los soldados como escenografía y por articular un mensaje intencionalmente divisivo para presentar a un sector del partido como reaccionario, antipatriótico y violento. Más allá de las interpretaciones, el mensaje no ralentizó el ascenso de Biden.
Al contrario, un nuevo sondeo muestra que una mayoría de los estadunidenses: 58 por ciento no desea que Trump compita nuevamente por la presidencia en 2024.
A favor de Biden opera un tema coyuntural inesperado: el aborto crece en prominencia como uno de los asuntos decisivos de las elecciones de noviembre, alentando la participación de millones de mujeres preocupadas por el ataque a sus derechos reproductivos por edicto de la mayoría conservadora en la Suprema Corte.
Si las mujeres salen a votar, no solo salvarán a los demócratas sino crearán un nuevo paradigma político en Estados Unidos.
En su renacer político Biden sigue los pasos de otros dos políticos demócratas que resucitaron de las cenizas para ganar su reelección: Bill Clinton, quien ganó los comicios de 1996 después de haber sido sometido a un juicio de destitución política y Barak Obama que repitió en 2012 pese haber sufrido —en sus palabras— un “descalabro” político en las elecciones legislativas de 2010.
Pero la política es un maratón y no una prueba de velocidad y subsisten imponderable para Biden como el efecto político de una acusación criminal contra Trump, un arma de dos filos que el magnate puede explotar para presentarse como víctima de una cacería política y energizar a sus bases y alterar la dinámica hacia 2024.
Fuente: Milenio