Edgard González Suárez
Pues tremenda batalla política, que no ideológica, se está dando dentro del Partido Revolucionario Institucional, ya que “Alito” Moreno enfrenta una embestida más de los expresidentes nacionales del otrora partido hegemónico.
El encuentro entre el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y algunos de los expresidentes del partido vivos, se dio a puerta cerrada y en un clima de alta tensión. La reunión se publicitó como un “llamado a cuentas” por parte de los exdirigentes, en otros medios se festinó el encuentro como “la necesidad y urgencia de redefinir el rumbo” del partido, y otros más, abiertamente señalaron, “van exjerarcas del PRI por la cabeza de Alejandro Moreno”.
En los hechos, se presentan dos bandos dentro del partido: uno, el que encabeza propiamente Alejandro Moreno -herencia de los neoliberales- y que se ha allanado a los intereses de la embajada americana y de los lobbistas americanos que rechazaron la reforma eléctrica propuesta por el presidente de la república, y dos, los grupos políticos que quedaron fuera de las zonas de poder e influencia dentro del partido, dentro de las candidaturas, y que ahora se ven aislados y sin capacidad de influir en las decisiones electorales y estratégicas de ese instituto político.
La salida de Alejandro Moreno fue el tema central de la reunión y por supuesto la renovación del Consejo Político Nacional, los Consejos Estatales, el Comité Ejecutivo y, por si fuera poco, la convocatoria a una Asamblea Nacional Extraordinaria que de nuevo rumbo al partido.
La verdadera disputa no solo es por los órganos de dirección del Partido, sino por la organización de los eventos electorales próximos, especialmente los del 2023 en el Estado de México y Coahuila, la política de alianzas del partido, y las candidaturas para la próxima renovación de alcaldías, diputados federales, senadores, gubernaturas y por su puesto la Presidencia de la República, todas ellas, en el 2024. En este sentido, la disputa no es ideológica, sino más bien política, es decir, por los órganos de decisión del partido, y sobre todo para intentar imprimir una nueva correlación de fuerzas dentro del revolucionario institucional, y gestionar la crisis que vive el PRI frente a la ciudadanía y al Gobierno Federal.
Dentro de la estrategia de renovación se han decantado dos corrientes políticas, una, la que manifiesta claramente que el Partido necesita renovarse, democratizarse y consolidarse como un partido independiente, tratando de mantener y hacer crecer su presencia electoral en todo el territorio nacional, abriendo al partido a las organizaciones sociales y ciudadanas; y dos, una corriente que sostiene que lo que ha fallado es el manejo y gestión de los órganos de representación del partido y las fallas dramáticas en la gestión de candidaturas, lo que los ha llevado a sendas derrotas electorales y a incorporarse a una alianza electoral no como lideres sino como simples seguidores de un proyecto gestionado fuera del Partido.
Contra ambas visiones, una que llamaremos “democrática y ciudadana”, y otra que llamaremos “pragmática electoral”, se enfrenta la corriente, ahora dominante, dentro de los órganos de dirección que encabeza Alejandro Moreno, y que llamaremos la corriente “neoliberal”. Hay dos bandos, pero tres corrientes de opinión.
Las tres corrientes de opinión coinciden en que hay que remontar la grave crisis que enfrenta el PRI, que el Partido tiene que reponerse de sus derrotas, y tiene la misión de ser una oposición real al programa político de MORENA. En eso coinciden las tres.
Pero sus diferencias en el método son claras también: Para la dirigencia actual, a) la renovación de los órganos de dirección del partido, se puede hacer, pero bajo los estatutos vigente del propio partido -es decir, “Alito” Moreno, Presidente del CEN dirigirá dicha integración-, b) la dirigencia actual conduce la política de alianzas, y se suma a Vamos México, y c) el partido se basta y se sobra para enfrentar los procesos electorales venideros, y habrá un precandidato del PRI a competir dentro de la coalición de Claudio X. González, por la candidatura a la Presidencia de la República.
Las corrientes, ahora excluidas de los órganos de dirección y deliberación del partido, todas demandan renovación del CEN del PRI -es decir, “Alito” debe irse- y con él, renovación de todos los órganos de dirección y decisión. Pero aquí se abren dos enfoques, unos apelan a la casi refundación del partido, oxigenarlo, renovarlo, inyectándole nuevas caras, nuevos cuadros, y robustecerlo democráticamente para ir en alianzas con la sociedad civil, y caminar solos para consolidarse en las batallas electorales por venir; y otros, apelan, a renovarse para ganar elecciones, consolidarse dentro de la coalición e intentar derrotar a MORENA para volver al poder.
El problema, por lo menos hasta ahora, es que los lideres de esas corrientes son los mismos de siempre, las mismas caras, los mismos apellidos, los mismos liderazgos que contribuyeron todos a la debacle del Partido Revolucionario Institucional. Lo podrán intentar hacia adentro, se conocen y se temen. Pero veo muy difícil que una Beatriz Paredes, una Claudia Ruiz Massieu, una Dulce Ma. Sauri Riancho, un Ulises Ruiz, Un Osorio Chong, tengan la imagen pública para renovar al partido que ellos mismos echaron a perder.