Edgard González Suárez
Lo que se quiso presentar públicamente como un acto de unidad partidista, y el inicio de la reorganización del Movimiento de Regeneración Nacional, acabó en un acto fallido por dos flagrantes equivocaciones de Andrés Manuel López Obrador: la primera, el no haber invitado a la fiesta morenista, al Senador de Morena, Ricardo Monreal, al desayuno y al acto de arranque del triunfo para 2024 en Toluca. Y la segunda haberse inventado un acto de propaganda, para en los hechos, presentar las únicas preferencias de AMLO para sucederlo en la Presidencia de la República.
La expectativa en los malquerientes de la 4T y de la Derecha Conservadora es generar una ruptura política en Morena de tal magnitud que lleve a ese partido al fracaso político electoral de 2024, y por su puesto a entregar la presidencia a una coalición más moderada, menos rupturista y que anime al diálogo político y a la negociación con todas las fuerzas en pugna, incluidos los neoliberales de todos los partidos.
La oposición en su conjunto, desde el llamado grupo plural hasta Movimiento Ciudadano, ven muy oportuno ensanchar el enfrentamiento entre Ricardo Monreal y Andrés Manuel López Obrador, provocando, por todos los frentes, un viaje sin retorno para un eventual reencuentro entre ambos. Lo que la oposición no está logrando electoralmente podría tener sentido y resultados positivos para su causa, abriendo una fisura que todos los días se ahonda más y más y parece tener a dos personajes muy ensimismados e intolerantes uno con el otro.
Las diferencias entre López Obrador y Monreal son distintas y variadas, difieren en intensidad y profundidad con las reformas, difieren en la caracterización de los aliados y los adversarios; difieren en las formas políticas asumidas hacia adentro de Morena y hacia afuera respecto de nuestro sistema electoral; difieren en cuanto alianzas internas partidarias, difieren en formas, tonos, perspectivas del movimiento transformador de la 4T.
Entre Ricardo Monreal y AMLO hay una distancia ideológica, política y electoral, y la comparación entre ambos personajes deja un balance muy desfavorable en contra del senador.
El inventor, promotor y líder indiscutible de la Cuarta Transformación es y será Andrés Manuel López Obrador; Monreal es indiscutiblemente uno de los políticos profesionales de más experiencia dentro de las filas de MORENA, pero que ha ganado sus espacios a travesando todos los partidos políticos, desde el PRI, el PRD, el Verde y Movimiento Ciudadano, y de ahí la acusación presidencial de que Monreal solo ha buscado escalar por sus intereses personales.
Desde el punto de vista político, la relación y comparación entre ambos tiene sus matices, ambos formados en las lides y filas priistas, con habilidades para el desequilibrio político notables, para el ejercicio del poder comparable, incluso a niveles de ejercicio del poder desde el Gobierno de la Ciudad de México o desde el Gobierno del Estado de zacatecas. Pero López Obrador intentará dejar un sucesor que garantice la continuidad del proyecto por él empezado, intentará generar una candidatura leal a él y al proyecto, y para ello intentará poner toda su fuerza y carisma en su sucesor. No olvidemos, que apenas unos meses, el “peje” movilizó tras de si a 15 millones de ciudadanos que votaron para que continúe en la función y le refrendaron su apoyo. Por su parte, en contraste, Monreal es acusado de haber “orquestado” la pérdida de la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México.
Acusación de la que, todo parece indicar, está convencido Andrés Manuel, no Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, sino el mismísimo presidente de la república, ya que esos resultados fueron festinados por la Derecha fascistoide no solo como propios, sino como una derrota en la imagen y proyecto que encabeza López Obrador y un éxito de la oposición.
Haya sido verdad o haya sido una “grilla” palaciega, Monreal se equivocó al desafiar al presidente, o al intentar mostrarle, que quien tiene el control político de la ciudad era él y no López Obrador, y mucho menos Claudia Sheinbaum. Porque si Monreal sabe hacer “manita de cochino” a sus adversarios, AMLO se ha caracterizado no solo como un fajador, sino un negociador cerrado, es decir, que sabe sacar ventaja de su fuerza cerrándose a ceder ni un ápice más allá de lo qué cree merecen sus adversarios. MONREAL no puede jugar con la fuerza del presidente.
Finalmente, no todo es contrario a Monreal, tiene dos puntos a favor y casi incuestionables, sobre todo para los idealistas políticos que orientan su actuar por lo que “debe” ser, y a los cuales se dirige todos los días en sus mini cápsulas en redes:
- MORENA es una organización -no un partido- dominado por unos 100 intelectuales, unos 300 políticos profesionales, y unas 1500 personas, salidas no sabemos bien a bien de donde, que no acaba de tener una legislación interna abierta, democrática, expansiva y plural. Y en esas condiciones no se puede clamar por democracia interna, aunque sea lo políticamente “correcto”.
- MORENA como movimiento esta bajo la égida de un solo hombre, bajo la historia, trayectoria y carisma de una personalidad -discutible si se quiere- pero enganchada al imán y a la suerte política de Andrés Manuel López Obrador.
Con esos dos puntos juega Ricardo Monreal, pero no le da tiempo, y quizá ni quiera hacerlo, democratizar la vida institucional de MORENA, no es un objetivo de corto, ni mediano plazo.
Monreal se esta quedando aislado, la derecha lo vitorea, rompe, rompe, rompe. Mi perspectiva es que no va a romper, porque no va a ningún lado, no le da para ganar la presidencia, a menos que quiera pasar a la historia como el candidato de la traición. Monreal negocia, acuerda, intercambia apoyos, sale avante y se recicla, pero lo veo lejos de hacerle el juego a la derecha opositora. Monreal no rompe, se queda.
Vamos a ver, falta el 2023, y falta el desgaste previo a la elección del candidato, y por su puesto la elección de 2024.