Ervin Valladares es un migrante indocumentado originario de El Salvador, nervioso a orillas del Río Suchiate, espera pacientemente a dos amigos y una amiga que vienen kilómetros atrás para poder seguir el camino hacia México.
“Estoy esperando a mis amigos, ya vienen por Tecùn Umán, y pues ya mero pasan el río para irnos a Tapachula”, señala mientras voltea a ver a todos lados y estar atento ante la aparición de agentes migratorios.
Los migrantes se reúnen ahí, en Tecùn Umán, es la última ciudad de Guatemala en donde los centroamericanos o cualquier aspirante a ir en busca del sueño americano, se reúnen para caminar a orillas del Suchiate, el río que sirve de límite entre México y Guatemala.
Las balsas que van de un país a otro les cobran 10 quetzales, unos 25 pesos que es el costo para ingresar a México de forma irregular, sin restricción alguna, pues el afluente no tiene presencia de agentes migratorios o de la Guardia Nacional por lo que el ingreso a Chiapas es fácil y sin restricción alguna. Ya en Ciudad Hidalgo, Chiapas, los migrantes toman transporte público hacia Tapachula, hay dos puestos de control y tienen que bajarse para caminar entre la maleza y rodear estos puntos migratorios, hay quienes se arriesgan y con mucha suerte pasan sin ser detectados, muchas veces la falta de personal o la distracción de los agentes de migración y de la Guardia Nacional, les favorece a los migrantes.
En Tapachula, los migrantes deciden si se quedan en esta ciudad de la frontera sur o buscan una oportunidad a través de algún coyote que les otorgue el traslado bajo riesgo incuso de perder la vida. Los precios van desde 60 mil a 120 mil pesos con la promesa de cruzarlos hasta Estados Unidos. Ervin y sus amigos juntaron cerca de 45 mil pesos cada uno, “vamos a ver si por lo que juntamos nos llevan, somos cuatro, son 180 mil que no creo que nos desprecien los coyotes” señaló confiado en poder seguir su camino por territorio mexicano y luego buscar llegar al norte.
Fuente: Milenio
