Una verdad incontestable: un Mac nunca ha sido un buen ordenador para jugar, más allá de unos pocos títulos contados.
Una verdad incómoda: los iPhone y los iPad han sido opciones mucho mejores, pero siempre acotadas a juegos controlables mediante una pantalla táctil, con las limitaciones que ello implica; y con una arquitectura de precios que ha favorecido los juegos poco profundos, gratuitos, repletos de micropagos.
Apple es una empresa acostumbrada a no liderar cuotas de mercado (móviles, ordenadores…), pero sí a lograr beneficios mucho mayores en cada segmento, y sobre todo, a tener ese aura aspiracional, liderando a menudo las tendencias que otros van adoptando. No siempre es así y en otras ocasiones tiene que seguir los pasos de otros, pero mientras todos los fabricantes se volcaban en los netbooks en 2008, Apple lanzó el primer MacBook Air, que definió el estándar físico de lo que un portátil debía ser durante muchos años después. También podemos hablar del iPhone, el iPad, el Apple Watch o los AirPods.
En el mercado de videojuegos sucede todo lo contrario. Apple no fabrica consolas como Sony o Microsoft, ni posee franquicias eternas capaces de reinventarse constantemente, como Nintendo. Tampoco desarrolla videojuegos legendarios ni posee una larga lista de títulos más o menos influyentes, no tiene el papel de Activision Blizzard, Tencent y compañía. Simplemente tiene la App Store como plataforma para terceros. Y con eso le basta para facturar más gracias a los videojuegos que Xbox, PlayStation, Activision Blizzard y Nintendo, combinadas (según un estudio del Wall Street Journal). Dicho de otro modo: tiene el dinero, pero no el prestigio.
Fuente: Xataka
