Ciudad de México.- La jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum anunció en conferencia de prensa el cambio de nomenclatura para la calle Puente de Alvarado por Calzada México-Tenochtitlan. De la misma manera, comunicó que al Árbol de la Noche Triste dejará de conocerse por ese nombre y pasará a conmemorar “la Noche Victoriosa”. Ante estos cambios, múltiples estudiosos en arqueología y en historia de México han expresado sus reacciones.
“Se trata de una típica expresión de la llamada ‘historia de bronce’, de la ‘historia oficial’, una historia que no tiene que ver con la ciencia, sino con la política del momento”, expresó el doctor Leonardo López Luján, uno de los máximos especialistas en la investigación y en la historia del Templo Mayor.
“(La iniciativa) es totalmente absurda y sin sustento, es simplemente ideología barata y chafa sobre el nacionalismo que no lleva a ningún lado. Este gobierno no trata de hacernos comprender la historia, estudiarla o analizarla, sino de imponer una nueva historia oficial, así de simple. Tampoco es para rasgarse las vestiduras, porque ahora hay muchas investigaciones de la caída de Tenochtitlan, del mundo mexica, pero me parece que este gobierno cree que, cambiando el nombre, reescribe la historia, y no”, opinó el historiador Alejandro Rosas.
“Son cortinas de humo para discutir tonterías, por ejemplo, Cristóbal Colón no regresará a su glorieta en este sexenio, ya están acostumbrados a la mentira, te dulcifican o te dicen que fue para limpiarla. Si van a empezar así, tendrían que quitar nombres, calles y monumentos, entonces se tendría que destruir el Palacio Nacional porque fue de los virreyes de la Nueva España, la Real Audiencia lo compró a los descendientes de Cortés, es decir, no fue hecho para los presidentes de México. Y también correría la misma suerte el Castillo de Chapultepec porque lo hicieron los virreyes malditos, así como El Ángel de la Independencia porque es una obra del porfiriato”, continuó el historiador.
Asímismo, Rosas lanzó la pregunta sobre si el 13 de agosto se reconocería la victoria de los tlaxcaltecas y los españoles sobre los mexicas, en 1521.
“Eso es atroz, porque son parte de nuestra historia de la ciudad y porque somos polvos de aquellos lodos. Yo creo que tu ciudad es parte de ti mismo. Yo, en una de mis columnas periodísticas acabo de poner que me siento en esta ciudad como si fuera yo habitante de hace siglos. No sé si habrá la reencarnación o no, pero yo creo que si ya reencarné lo hice en esta ciudad. Mi reino todo es de este mundo, de esta ciudad y cada calle tiene su historia”, expresó el escritor Ignacio Solares.
“El Árbol de la Noche Triste es un símbolo de algo que nos ha marcado, porque finalmente somos un pueblo que es español y mexicano, como decía el pasodoble de Agustín Lara. Yo no puedo negar mi madre patria y no puedo negar que soy mexicano, y que soy de Ciudad de México y que la amo por sobre todas las cosas. Cada cosa que se destruye o que se cambia, me lastima el corazón”, agregó.
Otra voz que se unió a las opiniones fue la del historiador y miembro del Colegio Nacional, Javier Garciadiego, quien reconoció que no suelen gustar los cambios de nomenclatura, pero este caso es la excepción: “Siempre me pregunté ¿‘noche triste’ para quién?, y Pedro de Alvarado siempre me pareció siniestro”.
De acuerdo con Alfredo Ávila, director del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, este tipo de desiciones ya habían tardado en tomarse, pues bajo el entendido de que la mayoría de los gobiernos usan la historia para identificar la posición ideológica que pretender enarbolar.
“Sí es una pena, porque Puente de Alvarado es una de las vialidades más viejas, más tradicionales de la ciudad. Cuando se construyó el Eje Central, nombres como Niño Perdido se olvidaron y la ciudad cuenta con muy pocos nombres de la época virreinal, algunos de ellos de origen indígena, como Tacuba, Calzada de Tlalpan, Donceles y el nombre de Puente de Alvarado designaba a esa avenida desde el siglo XVI: estamos perdiendo un nombre con 500 años de existencia, pero no me parece tan llamativo”.
La jefa de gobierno, según expresa el historiador, sólo está favoreciendo una visión de una memoria muy tradicionalista, como la de los años 70 del siglo XX, cuando se veía a México-Tenochtitlan como el origen del actual México. Para él, el problema radica en que se apoya en una posición contra la cual los historiadores han luchado, pues “nadie tiene la verdad en la historia, por más que hagas investigaciones profundas y minuciosas, siempre hay un margen para que un nuevo historiador o historiadora te digan dónde te equivocaste”.
“No hay una sola verdad en la historia, lo que sí es cierto es que las verdades siempre se fundamentan en los documentos, por eso me parece un poco tramposa el uso de esa posición de decir que, si no hay una verdad en la historia, entonces podemos celebrar los 700 años de la fundación. Eso no debería darse, porque no hay ningún documento que avale esa fecha”.
A su vez, el narrador Pedro Ángel Palou, citando las palabras de José Emilio Pacheco: “La historia la escriben los vencedores y la novela los vencidos”. Con esto expresa su perspectiva de que no es un completo error modificar los nombres de calles, que se revise la historia, “de hecho, me parece un acierto el cambio de nombre de Puente de Alvarado”.
“De niño pensaba que era absurdo que le llamáramos la Noche Triste a la casi derrota del ejército conquistador; sin embargo, no hay ninguna evidencia empírica o histórica de que se cumplan 700 años de la fundación de Tenochtitlan: cuando se festejan estas cosas hay que ser sumamente cuidadosos, basarse en la objetividad histórica para que el cambio sea duradero y no un capricho sexenal o trienal”, refiere el autor.
Para el autor de títulos como Cuauhtémoc. La defensa del Quinto Sol, lo verdaderamente importante es la reflexión sobre la historia que conlleva el cambio de nombre, a través de una ley de memoria histórica que empiece con atribuciones históricas a los pueblos indígenas por el Estado mexicano, “sin pedirle al reino de España que pida perdón: la reivindicación interna y la restitución a los pueblos indígenas sería mucho mejor que sólo los nombres, los festejos, las ceremonias, el oropel”.
“La calle Puente de Alvarado es un arquitectónico de siglos, justo como el Árbol de la Noche Triste, que cuenta la historia de la noche triste de la derrota de Hernán Cortés”, subraya.
Para la cronista del Centro Histórico de la Ciudad de México, Ángeles González Gamio, reemplazar el nombre de Pedro de Alvarado por Calzada México-Tenochtitlan es una decisión acertada.
“Pedro de Alvarado fue un tipo sanguinario, miserable, espantoso, ordenó la matanza del Templo Mayor, salió huyendo y se salvó con una garrocha. No es un hecho heroico como para que exista una calle con ese nombre, por lo que sí debe cambiarse el nombre a la calzada que en un principio se llamó Tlacopan”.
Fuente: Milenio