Mtro. Edgard González Suárez.
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró formalmente que el mundo estaba bajo el peligro de una pandemia provocada por un Coronavirus de la familia de los (Síndromes Agudos Respiratorios Severos) SARS-2. La pandemia del coronavirus ha dejado hasta hoy más de 2 millones de muertos en todo el mundo a un año desde su aparición. Según la Universidad Norteamericana John Hopkins. Y aunque parece estar bajando su incidencia y descontrol, la infección y la muerte siguen haciendo estragos en las poblaciones.
Un virus detectado con sigilo a finales de 2019 en China que causó la atención y luego la alarma por casos atípicos de neumonía mortales generó la peor pandemia de los últimos 100 años. En el año que va de finales de 2019 hasta marzo de 2021, la pandemia tuvo un impacto social, económico y político en todo el mundo.
En el centro del huracán no solo ha estado China, país desde donde se expandió el virus hacia el mundo, sino también la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo internacional que ha tenido que enfrentar la situación tanto en el terreno sanitario, el financiero, el político, el mediático y por supuesto en el de la credibilidad.
El principal acoso vino de los EE. UU., quién con un presidente en plena campaña electoral, hizo todo por desacreditar, y socavar la credibilidad de la OMS y sus políticas sanitarias, así como a sus mejores aliados y financistas, principalmente a los chinos. Trump “abandonaba” la OMS por “irresponsable” y estar “sometida”, según el propio ex Presidente Norteamericano, a los “intereses” de China. Con ese golpe mediático y político el panorama de la institución internacional se complicó y vivió sus peores días.
El efecto devastador de la pandemia en varios países europeos (Italia, España) y el pánico en sus vecinos (Alemania, Francia e Inglaterra) desató la desconfianza y prendió las alarmas ante una institución bastante lenta, sin fuerza en el escenario internacional y sin credibilidad en los países desarrollados.
Ahora, la OMS estará sometida a una auditoría internacional para mejorar sus procedimientos, para alinear sus políticas, y para determinar, cuál fue el verdadero origen del virus. La OMS es una organización altamente burocratizada, dependiente de sus financiadores, y sometida a toda clase de presiones de las farmacéuticas y de los intereses imperantes y más poderosos dentro del campo de la salud. Lo que la hace un organismo siempre bajo la mira de la industria médica y farmacéutica mundial.
De los efectos visibles de la pandemia podemos recuperar la necesidad e importancia de hacer de la OMS un organismo más ejecutivo, más involucrado con la toma de decisiones dentro de los países, incluidos los desarrollados, una organización con fuerza legislativa, política y jurídica. En este sentido, la OMS tiene un papel preponderante en el cuidado y vigilancia sanitaria mundial, pero no puede reducirse a eso su “función” y sobre todo sus competencias. Todo parece, que las epidemias, de todo tipo, serán más frecuentes, y quizá más devastadoras.
Vamos a ver que avenida se empieza a pavimentar, si la del control férreo de las industrias o la del cuidado, control y defensa de la sanidad de la población mundial.